Revista de Ciencias del Mar y Acuicultura “YAKU”: Vol. 7 (Núm. 13)
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1. Introducción
Las especies exóticas invasoras pueden
transformar la estructura de los ecosistemas y
afectar a las especies nativas que los componen
(Dueñas, 2021), restringiendo su distribución o
excluyéndolas, ya sea compitiendo directamente
con ellas por los recursos (Govindarajulu, 2004,
Govindarajulu et al., 2005), o indirectamente
cambiando la forma en que los nutrientes se
reciclan (Prass et al., 2022). Además, tienen un
elevado potencial para afectar negativamente a
una serie de acciones de restauración ecológica,
conservación y aprovechamiento sustentable de
los recursos naturales en las áreas protegidas
(Moodley, 2022). Estos efectos negativos de las
especies exóticas invasoras sobre la diversidad
biológica pueden intensificarse a causa del
cambio climático, la destrucción de hábitats y la
contaminación. En ecosistemas aislados, tales
como las islas, estos efectos son particularmente
graves.
Estos efectos de las especies exóticas invasoras se
ven acentuados por otros factores de presión
como el cambio climático (Hellmann et al., 2008),
el cual provoca cambios en la fenología,
abundancia y distribución de las especies y en la
composición de las comunidades bióticas (Pyšek
et al., 2020). Se estima que el cambio climático
puede incrementar la probabilidad de expansión
de poblaciones de muchas especies exóticas
invasoras que compiten con o infectan a especies
nativas (Yuan et al., 2021). Si estas especies
invasoras ocupan actualmente climas que en el
futuro serán más frecuentes, esto favorecería su
propagación y potencial de invasión. Se espera
que los dos principales impulsores del cambio
ambiental global, la invasión biológica y el
cambio climático, aceleren sinérgicamente la
degradación de los ecosistemas, a menos que se
promulguen intervenciones a gran escala (Ravi et
al., 2022).
El esfuerzo y costo para controlar las especies
invasoras puede ser exorbitante, especialmente
para especies que se distribuyen en grandes áreas
y se reintroducen continuamente (Haubrock et al.,
2022), como la rana toro norteamericana
(Lithobates catesbeianus). Esta es una de las 100
peores especies invasoras a nivel mundial. Es
originaria de la costa este de los Estados Unidos y
en Sudamérica actúa como un voraz depredador
de larvas y adultos de anfibios nativos como la
rana criolla (Leptodactylus latrans) de Brasil,
peces, invertebrados, pequeños mamíferos
(Bissattini & Vignoli, 2017) y pichones de aves.
Se informa que además de sus interacciones con
presas, depredadores y competidores nativos,
tiene un rol importante como vector en la
dinámica de las enfermedades de otros anfibios
(Daszak et al., 2004, Hanselmann et al., 2004,
Urbina et al., 2018, Laufer et al., 2021,). Estas
interacciones podrían ser graves en países
megadiversos como Ecuador, donde existe una
alta diversidad de anfibios producto de la
heterogeneidad ambiental que caracteriza al país.
Muchos estudios han examinado la invasión de la
rana toro en todo el mundo (Sales et al., 2021) y
han documentado que este invasor puede tener un
impacto significativo en la fauna nativa
(Kumschick et al., 2017). La especie ha
colonizado el 75% de Sudamérica (Nori et al.,
2011) y fue introducida en Ecuador en 1985. Sin
embargo, se desconocen los impactos potenciales
y/o reales sobre la actividad y las preferencias de
uso de hábitat de las especies nativas de la región
ecuatoriana. De esta coexistencia invasor-nativo
se podría esperar peores condiciones para las
especies nativas en escenarios de cambio
climático, donde se pronostica que estas podrían
tener contracciones en su distribución. Con la
modificación de la estructura y el funcionamiento
de los ecosistemas, es probable que los cambios
climáticos produzcan desplazamientos del área de
distribución de las especies invasoras, empujando
a algunas poblaciones hacia zonas protegidas
(Nori et al., 2011).
En los últimos años, los modelos de distribución
de especies se han utilizado considerablemente
para predecir áreas ecológicamente adecuadas
para el establecimiento de especies invasoras
según las proyecciones climáticas actuales y
futuras (Vargas et al., 2020). Estos modelos