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SOMBRAS QUE REPITEN NOMBRES: LA ETERNIDAD EN CIEN AÑOS DE SOLEDAD GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

 

Macías Moreno Milena Nicole

Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí

Carrera de Pedagogía de la Lengua y Literatura

nicolemacias1017@gmail.com

https://orcid.org/0009-0006-9683-5548

 

 

 

Autor para correspondencia: nicolemacias1017@gmail.com

 

Recibido: 06/08/2025       Aceptado: 09/09/2025  Publicado: 29/09/2025

RESUMEN

Gabriel García Márquez, reconocido como el gran exponente del realismo mágico latinoamericano, crea en Cien años de soledad un universo literario donde lo mítico, lo trágico y lo mágico se entrelazan para representar una visión cíclica e ineludible del tiempo. A través de la familia Buendía y el pueblo de Macondo, el autor construye una metáfora del “eterno retorno”, donde los nombres, los destinos y los errores se repiten de generación en generación como una condena sin redención. Esta repetición no es solo narrativa, también ontológica: los personajes no tienen elección, están atrapados en un bucle que simboliza tanto la fatalidad personal como la histórica de América Latina. Desde la muerte de Prudencio Aguilar hasta el nacimiento del último Aureliano con cola de cerdo, la novela expone cómo los traumas y culpas se heredan de forma inconsciente. A través del análisis freudiano, se entiende que el fantasma de Prudencio representa el retorno de lo reprimido, una culpa transgeneracional que afecta incluso a quienes no cometieron el acto original. La figura de Melquíades refuerza la idea de que todo ya está escrito y destinado a suceder. Su presencia simbólica y su rol de narrador determinan el carácter trágico del relato: el conocimiento llega siempre tarde. El incesto, reiterado a lo largo de la novela, deja de ser un simple tabú para convertirse en símbolo de encierro y repetición: el linaje Buendía gira sobre sí mismo, negándose al cambio, hasta autodestruirse.

Palabras clave: Repetición, tiempo, simbolismo, costumbres, soledad

 

SHADOWS THAT REPEAT NAMES: ETERNITY IN ONE HUNDRED YEARS OF SOLITUDE BY GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

ABSTRACT

Gabriel García Márquez, recognized as the great exponent of Latin American magical realism, creates in One Hundred Years of Solitude a literary universe where the mythical, the tragic and the magical intertwine to represent a cyclical and inescapable vision of time. Through the Buendía family and the town of Macondo, the author constructs a metaphor of the "eternal return", where names, destinies and mistakes are repeated from generation to generation as a condemnation without redemption. This repetition is not only narrative, but ontological: the characters have no choice, they are trapped in a loop that symbolizes both the personal and historical fatality of Latin America. From the death of Prudencio Aguilar to the birth of the last pig-tailed Aureliano, the novel exposes how traumas and guilt are inherited unconsciously. Through Freudian analysis, it is understood that Prudencio's ghost represents the return of the repressed, a transgenerational guilt that affects even those who did not commit the original act. The figure of Melquíades reinforces the idea that everything is already written and destined to happen. His symbolic presence and his role as narrator determine the tragic character of the story: knowledge always comes too late. Incest, reiterated throughout the novel, ceases to be a simple taboo and becomes a symbol of confinement and repetition: The Buendía lineage turns in on itself, refusing to change, until it destroys itself.

Keywords: Repetition, time, symbolism, customs, loneliness

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INTRODUCCIÓN

La construcción literaria donde el tiempo no avanza y gira sobre sí mismo en una familia es el eje central de Cien años de soledad. Macondo no es un lugar: es una repetición y los Buendía, más que una familia, son ecos que resuenan en aquel pueblo. Sus nombres “Aurelianos, José Arcadios, Úrsulas, Amarantas” no designan personas, más bien destinos: sombras que repiten nombres, gestos, errores. La eternidad, en esta novela, no es un paraíso ni un castigo explícito, en realidad es una condena a la repetición, a vivir como reflejo de un reflejo, en la casa donde “todo ha pasado y todo volverá a pasar”.

Gabriel García Márquez plantea un escenario donde todo ocurre bajo una consecuencia que se vive de generación a generación, la historia de la familia Buendía se convierte en un eterno retorno de pasiones, equivocaciones y fatalidades. A lo largo de las siete generaciones, los personajes parecen condenados a reproducir patrones heredados: los Aurelianos tienden a la introspección, la soledad y el pensamiento racional, mientras que los José Arcadios se caracterizan por la impulsividad, la fuerza física y la pasión desmedida. Lejos de evolucionar, cada generación se encierra en los mismos errores, como si estuvieran atrapados en una maldición inevitable.

Esta repetición no es gratuita: es una metáfora del determinismo histórico y cultural de América Latina, donde los pueblos, como Macondo, parecen incapaces de romper los ciclos de violencia, olvido y desmemoria. La novela, en este sentido, narra una historia familiar que proyecta una reflexión profunda sobre el tiempo, la identidad y el peso del pasado, sugiriendo que, sin memoria crítica ni conciencia colectiva, los pueblos están condenados a vivir siempre las mismas desgracias.

El estilo literario de Gabriel García Márquez se caracteriza por la fusión magistral entre lo real y lo fantástico, dando origen a lo que se conoce como realismo mágico, una corriente que él supo llevar a su máxima expresión. En sus obras, lo cotidiano convive con lo extraordinario sin generar conflicto ni extrañeza, lo que permite que en un mismo plano narrativo coexistan lluvias de flores, ascensiones al cielo, o personajes que viven más de cien años sin perder vigencia narrativa. Su prosa es rica en metáforas poéticas y descripciones detalladas que otorgan vida propia a los escenarios.

Además, García Márquez suele emplear un narrador omnisciente que oscila entre la distancia objetiva y la complicidad íntima con los personajes, lo que le permite tejer relatos en los que lo individual refleja lo colectivo. Su estilo también se nutre del lenguaje oral, de la tradición popular y del mito, lo que le otorga una voz única que trasciende géneros y fronteras culturales. En conjunto, su escritura construye un universo autónomo, donde el tiempo y la lógica obedecen a reglas propias, revelando una profunda visión crítica y poética de la realidad.

El objetivo general del presente ensayo es analizar cómo la repetición de nombres y destinos en Cien años de soledad funciona como símbolo de una eternidad cíclica, revelando la visión del tiempo y la historia que propone Gabriel García Márquez en la novela. Los objetivos específicos son: Examinar la función narrativa de la repetición de nombres en la familia Buendía, y su relación con la idea de destino ineludible. Explorar los elementos simbólicos y estructurales que refuerzan la percepción de un tiempo circular y eterno en la novela. Interpretar cómo la recurrencia de personajes, hechos y nombres configuran el desarrollo de la novela.

METODOLOGÍA

El presente ensayo se enmarca en el enfoque de investigación es cualitativo, el análisis literario que se presenta se centra en aspectos como el simbolismo, la estructura narrativa y las emociones provocadas por los personajes, bajo la teoría hermenéutica que nos permite comprender y estudiar los textos.  Cien años de soledad representa un eje transversal que expresa diversos símbolos lingüísticos y teorías que son reforzadas mediante los autores como Freud y Nietzsche.

La repetición de nombres en la novela Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, entendida como una característica estilística y un símbolo literario que permite explorar concepciones profundas sobre el tiempo, la identidad y la historia. El enfoque hermenéutico permite desentrañar los sentidos simbólicos y culturales que se manifiestan en la repetición de los nombres dentro de la familia Buendía, reconociendo que cada reiteración no implica una copia, es una variación con carga semántica y narrativa propia.

La técnica principal utilizada es el análisis documental, específicamente el análisis textual literario de la novela. Este procedimiento se basa en la lectura profunda de Cien años de soledad, con especial atención a los personajes que llevan nombres repetidos (como Aureliano, José Arcadio, Amaranta y Remedios), a sus trayectorias y al contexto en el que aparecen. Se considerarán fuentes secundarias, como estudios críticos de teorías que fundamenten las acciones de los personajes y el escritor.

DESARROLLO

García Márquez conocido con cariño como Gabo es denominado como el precursor del realismo mágico o lo real maravilloso latinoamericano donde en sus obras crea universos sobre los mitos, leyendas, jergas y costumbres de su querida Colombia. Cien años de soledad es catalogado como una de las obras que definió su carrereara literaria, ganadora del premio Nobel de literatura en 1982.  Estiliza lo trágico con lo mágico, y al hacerlo, convierte la repetición en símbolo poético de la condena humana.

La familia Buendía es una representación de costumbres antiguas las cuales ocasionaron prejuicios que desembocaron el eterno retorno de sus acciones desenfrenadas, pero no como un símbolo sagrado, representa una trampa en la historia de cada personaje que atrapa a los hombres en la telaraña del tiempo familiar en cada generación. Nacen bajo el peso de otra, y cada nombre lleva consigo repetición. No es casualidad que Aureliano Babilonia, al descifrar los pergaminos, comprenda que lo vivido era ya lo escrito, y que lo escrito era lo inevitable que podía suceder en cada vida. La historia de Macondo no progresa; se calcifica, se reescribe con las mismas letras, con los mismos nombres, hasta que el último Buendía, fruto del incesto y de la profecía inicial, rompa el ciclo por la vía de la muerte.

El título de la novela nace de la premisa inicial “Muchos años después…” Este tratamiento mítico del tiempo se inspira en tradiciones indígenas y también en la idea del “eterno retorno” de Nietzsche que plantea la capacidad de un individuo de afirmar la vida mediante todos eventos en el universo, pasado, presente y futuro, se repiten infinitamente, en un ciclo eterno como una forma de bucle temporal. En el libro La gaya ciencia plantea la idea y lo define como un experimento mental y escribe:

¿Qué pasaría si un día o una noche un demonio se colara en tu soledad más solitaria y te dijera: «Esta vida, tal como la vives y la has vivido, tendrás que vivirla una y otra vez innumerables veces; y no habrá nada nuevo en ella, pero cada dolor, cada alegría, cada pensamiento, cada suspiro y todo lo indeciblemente pequeño o grande de tu vida debe regresar a ti, todo en la misma sucesión y secuencia: incluso esta araña y esta luz de luna entre los árboles, ¿e incluso este momento y yo mismo? El eterno reloj de arena de la existencia se pone patas arriba una y otra vez, ¡y tú con él, mota de polvo!».

La idea planteada por Nietzsche se define como un desafío existencial: ¿podrías amar tu vida lo suficiente como para vivirla infinitamente, con cada detalle, cada miseria, cada gozo? Pero, en la obra de García Márquez los personajes no tienen elección. La repetición no es una posibilidad filosófica, es una condena repetitiva. José Arcadio Buendía emprendió el viaje de su vida debido a que en un arranque de furia tras un incidente en una gallera mató a Prudencio Aguilar fijando su destino, aquel fue marcado por los delirios y visiones del fallecido, el no muere para José Arcadio Buendía.

En cambio, se convierte en un fantasma persistente que aparece en sueños, visiones o simplemente como una sensación de presencia en el entorno que se transforma en una presencia continua que lo acompaña incluso cuando se aísla, como si no pudiera escapar nunca de sí mismo. La psique de José Arcadio Buendía queda marcada por este regreso de lo negado, y poco a poco su contacto con la realidad comienza a quebrarse. José Arcadio Buendía no busca redención; por el contrario, se encierra en sí mismo, primero de manera literal (con su creciente obsesión por los experimentos alquímicos) y luego en forma extrema, hasta quedar atado a un árbol, en un gesto que recuerda la figura del ermitaño y del loco.

Este ciclo de locura se repite con su hijo el coronel Aureliano Buendía quien no fue testigo del crimen ni carga con la culpa directa del acto; su mente comienza a ser invadida por la figura del muerto cuya presencia persistente revela un quiebre psíquico que puede leerse, desde la teoría freudiana, como un caso ejemplar del retorno de lo reprimido.

Según Sigmund Freud, los contenidos reprimidos, esos deseos, traumas o recuerdos que nuestra conciencia no puede aceptar, no desaparecen; en realidad, permanecen activos en el inconsciente, buscando maneras simbólicas de volver a salir a la luz. En el caso de Aureliano, la figura de Prudencio Aguilar representa precisamente ese contenido reprimido: la violencia fundacional de su familia, la culpa no resuelta y la fatalidad del linaje Buendía. Aunque su padre fue quien cometió el crimen, Aureliano hereda psíquicamente el peso de ese acto, y lo que regresa en forma de alucinación no es solo el muerto en sí, inclusive la verdad reprimida de un origen marcado por la sangre. Así, el fantasma se convierte en la manifestación tangible de una culpa transgeneracional que aún no ha encontrado la forma de ser expresada.

Freud sostiene que cuando lo reprimido vuelve, lo hace disfrazado, generalmente a través de sueños, síntomas neuróticos o visiones. En el caso de Aureliano, la aparición del muerto no es un sueño, es una imagen inquietante que irrumpe en su vigilia, invadiendo su percepción y desestabilizando su identidad.

Este fenómeno puede verse como una formación sustitutiva: un delirio que surge donde la represión ha fracasado. Aureliano ya no puede mantener el equilibrio racional de su mundo; la guerra, el desamor y la repetición de nombres y destinos lo han dejado vacío de sentido. En ese estado de vulnerabilidad psíquica, la imagen de Prudencio Aguilar aparece como símbolo de una verdad negada, una que ya no puede permanecer oculta en el inconsciente.

Además, la presencia espectral de Prudencio Aguilar puede relacionarse con lo que Freud llama la pulsión de muerte (Todestrieb), ese impulso inconsciente hacia la autodestrucción y el regreso a un estado inorgánico. En Aureliano, esta pulsión se manifiesta en su desapego hacia la vida y su indiferencia ante la muerte—“intenta múltiples veces quitarse la vida”— también en su necesidad inconsciente de castigo. La alucinación del muerto no lo persigue únicamente.

Igualmente, Freud señala que los síntomas neuróticos son, a menudo, la manifestación de conflictos no resueltos entre “el ello” (las pulsiones), “el yo” (la conciencia) y “el superyó” (la instancia moral). En este sentido, la perspectiva de Prudencio Aguilar puede interpretarse como el triunfo del superyó sobre un yo debilitado. El coronel, incapaz de reconciliar su historia, sus deseos y su moral, queda a merced de una figura que lo observa, lo acompaña y lo juzga en silencio. La visión del muerto no es algo externo: es el superyó proyectado como una alucinación, una voz silenciosa que le recuerda su fracaso moral y existencial.

 

Los nombres de Cien años de soledad son anclas de una memoria circular que florece con cada nuevo nacimiento en la familia. José Arcadio se reitera porque el impulso del poder, la desmesura y la fuerza ciega se repiten. También, es el caso de Aureliano  porque la introspección, la melancolía y el gesto de contemplar el mundo desde una trinchera de guerra se mencionan. Sin embargo, más allá del carácter de cada personaje, lo que se repite es la imposibilidad de aprender a cortar el hilo invisible que une a los vivos con los muertos. Las sombras que habitan Macondo no pertenecen al más allá: los vivos caminan como si ya hubieran muerto, y estos hijos heredan los errores como si fueran reliquias que atesorar para la destrucción.

En la novela, Melquíades es un personaje central que se desarrolla como un eje fundamental bajo la apariencia de un gitano loco, pero cumple múltiples funciones simbólicas y narrativas. A lo largo de la historia, su presencia se ve envuelta en misterio y muerte; incluso después de su fallecimiento, Melquíades sigue influyendo en los acontecimientos de Macondo. Tras su regreso de la muerte, se encierra en el cuarto de José Arcadio Buendía, donde redactó los pergaminos que contenían un mensaje cifrado.

Se cita: “Nadie debe conocer su sentido mientras no hayan cumplido cien años.” Melquiades

La afirmación de Melquíades esconde el misterio fundamental de Cien años de soledad y encapsula la visión del tiempo que Gabriel García Márquez explora en su novela. Esta frase, que se encuentra en los pergaminos que marcan el destino de la familia Buendía, sugiere que el verdadero conocimiento, el sentido último de la historia, solo se revela cuando el ciclo ha llegado a su fin. Al cerrar el ciclo junto con la última lectura de los manuscritos, se desvela un destino ya escrito, resaltando la tensión entre el libre albedrío y el determinismo, entre la vida que se percibe como única y la historia que, en realidad, ya estaba trazada.

Aureliano Babilonia es quien, en las páginas finales del libro, logra descifrar los manuscritos y comprende una verdad que, como lector, también había intuido: todo ya estaba escrito, todo se vivió tal como estaba destinado a ser. Melquíades relata los hechos; los presenta como inevitables. No es un simple historiador, un visionario desempeñando el papel de un poeta trágico antiguo, aquel que canta lo que ha de suceder y, por ende, revela la naturaleza inmutable del destino humano, tal como se menciona en la cita.

Cien años de soledad es una novela que aborda diversos temas sociales relevantes para su época. Gabriel García Márquez convierte el incesto en un símbolo central de la fatalidad que acecha a la familia Buendía. Más allá de ser un tabú social o religioso, el incesto en la novela simboliza la repetición cíclica de los errores, la incapacidad de escapar del pasado y la naturaleza cerrada de un linaje destinado a extinguirse.

José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán son primos que temen tener un hijo con “cola de cerdo”, como ocurrió en un caso anterior de su familia. Este temor revela una profunda conciencia del castigo simbólico que conlleva desafiar los límites naturales. Sin embargo, este miedo no detiene el avance de la historia familiar hacia diversas formas de relaciones incestuosas: entre medio hermanos, tíos y sobrinas, primos y primas, hasta llegar al último Aureliano, quien nace de una unión incestuosa directa y, como resultado, aparece con la “cola de cerdo”, cerrando así un ciclo con una imagen grotesca pero profundamente significativa.

El incesto no se presenta como una simple transgresión moral, se convierte en la manifestación más evidente de un encierro histórico y psicológico. Los Buendía viven en un aislamiento constante, girando en torno a sí mismos, repitiendo nombres, errores y pasiones. La incapacidad de romper con esta repetición conduce al deterioro progresivo de su linaje. En este sentido, el incesto actúa como una metáfora del estancamiento: al no abrirse al otro, al diferente, al exterior, Macondo y la familia Buendía se condenan a una esterilidad espiritual y al olvido.

Como escritor Gabriel García Márquez no juzga a sus personajes con una moral convencional. Más bien, utiliza el incesto para exponer cómo las estructuras familiares, sociales e históricas pueden volverse círculos cerrados de repetición y fracaso. El castigo final “El nacimiento del niño con cola de cerdo y su inmediata desaparición entre las páginas del manuscrito descifrado” no es tanto una condena divina como la culminación lógica de una historia que se ha negado a cambiar.

Esta repetición no es solo narrativa: es ontológica. Macondo existe en una especie de purgatorio narrativo donde todo lo que acontece, acontece porque ya aconteció con anterioridad en el pasado. El lector se convierte en testigo de un tiempo que no puede redimirse y se repite constantemente, la historia no es más que un espiral que se hunde en la tierra, cargando generaciones que no saben olvidar, ni recordar del todo. Es esa niebla espesa de la amnesia y la profecía lo que configura la eternidad en Cien años de soledad.

 La historia de los Buendía no trasciende: se ahoga. Y en esa repetición de nombres, de pasiones, de errores, se insinúa una crítica profunda a la historia de América Latina: a sus guerras sin fin, a sus promesas traicionadas, a sus ciclos de violencia y olvido. Macondo es un espejo encantado, y el lector, como Aureliano Babilonia, comprende al final que todo estaba escrito, pero que la comprensión llega siempre demasiado tarde.

Las sombras que existen en Macondo repiten nombres: repiten silencios, repiten esperas, repiten la esperanza de que esta vez sea distinto. Pero, no lo es porque en el pueblo todo empieza con el hielo y termina con un viento que borra incluso la posibilidad del recuerdo.

Gabriel García Márquez, construyó una de las obras más significativas de la literatura universal y dejó al lector una profunda enseñanza sobre la condición humana, el paso del tiempo, la historia y la memoria. A través de la historia cíclica y laberíntica de la familia Buendía, la novela nos confronta con los errores repetidos, con la incapacidad de aprender del pasado y con la soledad como destino final del ser humano cuando este se encierra en sí mismo.

Una de las enseñanzas más poderosas que transmite la novela es la idea de que los pueblos y las personas que no comprenden ni elaboran su historia están condenados a repetirla. No hay verdadera evolución es un eterno retorno. Esta repetición es una condena literaria y una advertencia existencial: si no se rompe el círculo del olvido y del silencio, si no se confrontan los traumas del pasado, el futuro será una copia inevitable del ayer.

Macondo nace como un lugar utópico, pero se va convirtiendo poco a poco en una prisión invisible que cada habitante encuentra una especie de problema en un espacio donde la comunicación se pierde, las palabras se desgastan y los vínculos se quiebran poco a poco. La soledad de los personajes no es simplemente falta de compañía, es la imposibilidad de comprender al otro, de conectar auténticamente con alguien más. En ese sentido, Cien años de soledad es también una meditación sobre la incomunicación y la pérdida de sentido que marcan al ser humano moderno.

La peste del insomnio, que borra los recuerdos y obliga a etiquetar los objetos para no olvidarlos, es una alegoría potente sobre el olvido cultural y personal. Macondo olvida su historia y deja de comprenderla. En este proceso significativo se pierde también el lenguaje, la identidad y finalmente, la humanidad de cada persona. En tiempos donde las sociedades parecen cada vez más olvidadizas o indiferentes a su historia, esta enseñanza cobra una relevancia crítica: sin memoria, no hay conciencia; sin conciencia, no hay libertad.

CONCLUSIONES

En Cien años de soledad, el escritor Gabriel García Márquez construye una visión del tiempo profundamente ligada a la repetición y es demostrada a raíz que la obra avanza como la reiteración de nombres como Aureliano, José Arcadio, Remedios y Amarantas refuerza la sensación de fatalidad, también revela una estructura narrativa que diluye la linealidad del tiempo y es remplazada por un eterno retorno.

Este patrón circular se refleja tanto en el deterioro personal de los personajes como en la historia de Macondo, un lugar condenado a repetirse hasta su desaparición. A través de esta estructura, Márquez juega con las posibilidades del tiempo mítico, igualmente propone una crítica profunda a los ciclos históricos de violencia, olvido y frustración que han marcado a América Latina por costumbres y poder.

Los elementos simbólicos y estructurales de la obra definen el camino que recorre los personajes para alcanzar sus objetivos teniendo en consideración las acciones que cada uno desarrolla de forma paulatina. Además, el primer símbolo que es nombrado al inicio de la obra “cola de cerdo” se repite al final marcando el destino y así se configura el desarrollo de la novela.

En definitiva, la novela deja una reflexión sobre el poder transformador y destructivo, es una obra que advierte, sacude e invita a mirar de frente las heridas que definen al ser, para que la humanidad no se resigne a estas, y así puede trascender causando impacto.

 

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Torres, A. (2017). La teoría de la personalidad de Sigmund Freud. pymOrganization. https://psicologiaymente.com/personalidad/teoria-personalidad-sigmund-freud

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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