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LOS CUENTOS INFANTILES: PALABRAS PEQUEÑAS Y GRANDES MUNDOS CON CAPACIDAD DE FORMACIÓN Y TRANSFORMACIÓN

Anggie Guadalupe Hidrovo Chóez

Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí

e1313519751@live.uleam.edu.ec

https://orcid.org/0009-0005-4641-7543

   

 

María Camila Domínguez Rivera

Independiente

macamila3dominguez@gmail.com

https://orcid.org/0009-0004-6774-8686

 

 

Autor para correspondencia: e1313519751@live.uleam.edu.ec

 

Recibido: 04/09/2025         Aceptado: 10/9/2025          Publicado: 29/9/2025     

 

RESUMEN


El presente estudio se realizó con el fin de reflexionar respecto a la capacidad de los cuentos infantiles para formar y transformar a los más pequeños. El objetivo general fue analizar cómo los cuentos infantiles, a través del uso de “palabras pequeñas”, pueden construir grandes mundos imaginarios con capacidad formativa y transformadora en los niños, tomando como fundamento teórico la Gramática de la fantasía de Gianni Rodari, con el fin de demostrar que la imaginación, estimulada por el lenguaje sencillo, favorece el desarrollo cognitivo, emocional y creativo de la infancia. Los objetos de estudio: El increíble niño comelibros de Oliver Jeffers y Al cocodrilo que no le gustaba el agua de Gemma Merino. En la metodología se aborda un diálogo entre ambos cuentos tomando las temáticas, recursos narrativos, estéticos y valores de su narrativa, a partir de la Gramática de la fantasía. Se dialogó con Piaget y Vygotsky para comprender la importancia del cuento en las infancias y su capacidad como herramienta transformadora. Los resultados revelaron la coincidencia de varios capítulos de la Gramática de la fantasía con lo tratado en ambos cuentos, en el diálogo se demostró ciertas divergencias, pero una misma finalidad, transmitir un mensaje profundo con una narrativa sencilla. En conclusión, los cuentos infantiles son muestra de que lo pequeño no es sinónimo de limitado, en lo breve se esconde una gigantesca posibilidad formativa y transformadora. Recomendándose así, el uso de estos en el proceso educativo de los más pequeños.

 

Palabras clave: El increíble niño comelibros, Al cocodrilo que no le gustaba el agua, formar, transformar vidas.

 


 

CHILDREN'S STORIES: SMALL WORDS AND LARGE WORLDS WITH THE CAPACITY FOR FORMATION AND TRANSFORMATION

 

 

ABSTRACT


This study was conducted to reflect on the capacity of children's stories to shape and transform young children. The overall objective was to analyze how children's stories, using "small words," can construct large imaginary worlds with formative and transformative potential for children. Using Gianni Rodari's Grammar of Fantasy as a theoretical foundation, the study demonstrates that imagination, stimulated by simple language, fosters cognitive, emotional, and creative development in children. The objects of study were The Incredible Book-Eating Boy by Oliver Jeffers and The Crocodile Who Didn't Like Water by Gemma Merino. The methodology addresses a dialogue between both stories, drawing on the themes, narrative resources, aesthetics, and values of their narratives from the Grammar of Fantasy. A dialogue was conducted with Piaget and Vygotsky to understand the importance of stories in childhood and their capacity as transformative tools. The results revealed the overlap between several chapters of the Grammar of Fantasy and the topics covered in both stories. The dialogue revealed certain differences, but they shared a common purpose: conveying a profound message through a simple narrative. In conclusion, children's stories demonstrate that small is not synonymous with limited; brevity hides enormous educational and transformative potential. Thus, their use in the educational process of young children is recommended.

 

Keywords: The Incredible Book-Eating Boy, The Crocodile Who Didn't Like Water, to shape, to transform lives.


 


INTRODUCCIÓN

Los cuentos infantiles han sido, desde sus orígenes, un espacio para la imaginación, el juego y el aprendizaje. Con estructuras narrativas sencillas, un lenguaje accesible y un universo visual lleno de color y textura, estos relatos breves tienen la capacidad de encender en los lectores más pequeños una chispa de curiosidad e imaginación. Más allá de ser historias simples, los cuentos infantiles son vehículos simbólicos que transmiten valores, enseñanzas y formas de mirar el mundo.

El objetivo general del ensayo fue analizar cómo los cuentos infantiles, a través del uso de “palabras pequeñas”, pueden construir grandes mundos imaginarios con capacidad formativa y transformadora en los infantes, tomando como fundamento teórico la Gramática de la fantasía de Gianni Rodari, con el fin de demostrar que la imaginación, estimulada por el lenguaje sencillo, favorece el desarrollo cognitivo, emocional y creativo de la infancia. Para esto se dará un diálogo entre ambos cuentos tomando en cuenta esta valiosa propuesta que, como se menciona “No debe considerarse una teoría de la imaginación infantil ni un libro de instrucciones vagas, acaso una propuesta, como otras ya existentes, a considerar, que insiste en la necesidad de enriquecer de estímulos como el ambiente en que el niño se desenvuelve” (Rodari, 1973). En cuanto a la naturaleza de los cuentos como una herramienta transformadora para los niños, Vygotsky nos explica que:

La escritura debería poseer cierto significado para ellos, debería despertar en ellos una inquietud intrínseca y ser incorporada a una tarea básica para la vida. Sólo entonces, podremos estar seguros de que progresa no como una habilidad que se ejecuta con las manos y los dedos, más bien como una forma de lenguaje realmente nueva y compleja (2000).

Mientras que Piaget, a través de su teoría que describe el desarrollo cognitivo de los infantes a través de etapas, desde la infancia hasta la edad adulta, también destaca que los niños son sujetos activos en la adquisición y construcción del conocimiento. En este sentido, es apropiado relacionar su desarrollo justamente con lo que leen, “en la filogenia del pensamiento y el lenguaje, podemos reconocer indiscutiblemente una fase prelingüística en el desarrollo de la inteligencia y una fase preintelectual en el desarrollo del lenguaje” (Vygotsky, 1982).

A través del uso de palabras pequeñas, los cuentos construyen grandes mundos poblados por personajes entrañables, desafíos interiores y permitiendo formaciones y transformaciones profundas. Es justamente en ese cruce entre lo pequeño y lo inmenso —entre lo cotidiano y lo fantástico— donde se activa la capacidad formativa de la literatura infantil. Los cuentos permiten a niños explorar preguntas esenciales sobre la identidad, la diferencia, el conocimiento y la pertenencia, todo mientras juegan, imaginan y se emocionan.

Como bien señala Botelho (2013) “Para el niño, la literatura infantil es la posibilidad de crear sentidos como el de la reflexión y la construcción de sí mismo, es decir, la auto creación dirigida al proceso de socialización, al contacto con otros niños, con los adultos o con las personas mayores, y a los cambios generados por ese contacto”. En este contexto, es fundamental revisar qué tipo de literatura estamos ofreciendo y qué valores y aprendizajes promueve.

Este ensayo propone un diálogo entre dos obras contemporáneas: El increíble niño comelibros, de Oliver Jeffers, y Al cocodrilo que no le gustaba el agua, de Gemma Merino. Más que compararlas, se busca establecer un diálogo: ¿qué dicen sus personajes?, ¿cómo se cruzan sus caminos?, ¿qué visiones del crecimiento y la transformación construyen juntos?

METODOLOGÍA

La metodología se enmarca en un enfoque cualitativo, orientado a interpretar los sentidos simbólicos, narrativos y estéticos de la literatura infantil como un medio de formación y transformación. En lugar de recurrir al análisis comparativo tradicional, este ensayo adopta como estrategia principal la plática entre cuentos, permitiendo que las obras seleccionadas El increíble niño comelibros de Oliver Jeffers y Al cocodrilo que no le gustaba el agua de Gemma Merino— interactúen entre sí a través de escenas, intercambios ficticios y cruces temáticos. Este ejercicio literario permite poner en evidencia cómo, desde relatos breves y aparentemente simples, se abren grandes mundos de sentido capaces de hablar sobre el conocimiento, la identidad, la diferencia y el autodescubrimiento. Desde esta perspectiva, se parte de lo particular —dos cuentos contemporáneos— para arribar a una comprensión más amplia: que los cuentos infantiles, con sus palabras pequeñas, abren grandes mundos que no solo entretienen, forman y transforman profundamente a quienes los leen.

 

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

La literatura infantil, en cualquiera de sus formas, constituye un instrumento fundamental de cultura. Tal como sostiene Teresa Colomer (2013) “Una tercera función ejercida por la literatura de niños es la de ampliar el diálogo entre la colectividad y los pequeños para hacerles saber cómo es o cómo se quisiera que fuera el mundo”.

Dentro de este marco se encuentran los cuentos infantiles que, en su aparente sencillez, esconden una poderosa capacidad de explotar la imaginación. Con palabras pequeñas y estructuras narrativas breves, logran construir universos simbólicos que dialogan con el lector infantil. Son mucho más que relatos breves dirigidos a un público joven, son construcciones simbólicas, cuidadosamente diseñadas, que operan como primeras ventanas al mundo. En estos, el lenguaje se reduce a su forma más esencial: vocabulario sencillo, frases cortas y estructuras claras. Pero, esa aparente simplicidad no es pobreza, es condensación: una palabra bien elegida puede abrir puertas a la imaginación, provocar una emoción profunda o dejar una huella ética duradera.

Estos relatos suelen integrar elementos como el color, la textura del papel, el diseño visual y la tipografía como parte de su mensaje. El cuento no se “lee” únicamente con los ojos: se toca, se observa, se interpreta. Su riqueza estética está al servicio de una experiencia multisensorial que facilita la comprensión simbólica del mundo. Uno de los rasgos más distintivos del cuento infantil contemporáneo es su naturaleza multimodal.

La historia no avanza únicamente con palabras, también con imágenes que complementan, expanden o incluso contradicen el texto. En muchos casos, la ilustración no solo acompaña la narración, la cual es indispensable para su comprensión. Por esto, la imagen no puede considerarse un mero adorno, es un lenguaje en sí mismo. La textura visual, los colores, el uso del espacio, el ritmo entre página y página, todo forma parte de la experiencia lectora.

En lo que al contenido se refiere, los cuentos infantiles abordan temáticas amplias y complejas mediante formas accesibles: identidad, aprendizaje, emociones, relaciones, diferencia y descubrimiento. Razón por la cual, no se da la teoría ni mucho menos se impone una respuesta, generan preguntas, siendo el momento clave de formación y transformación, donde el niño lector pueda no solo imaginar también cuestionar, reconocer y crecer.

Por otro lado, al hablar del cuento como género literario se suele enfatizar la combinación de una narrativa textual con una visual, tomando como tema en la mayoría de las ocasiones: lo fantástico. Por tanto, la imaginación no es algo apartado del cuento es complementario, la imaginación es el vehículo que permite el viaje de los niños a algo más allá de lo literal, donde la fantasía, maravilla y mundos imposibles no son para escapar de la realidad sirve para entenderla.

En este ensayo, el diálogo se extiende también entre dos obras contemporáneas: El increíble niño comelibros de Oliver Jeffers y Al cocodrilo que no le gustaba el agua de Gemma Merino. Ambos relatos, a pesar de sus diferencias estilísticas, convergen en una idea central: la transformación del protagonista como reflejo de un proceso interior que también puede experimentarse en la infancia lectora.

Al partir de la teoría de Gianni Rodari, conocida como la Gramática de la fantasía, se explicarán las decisiones tomadas en la narrativa de ambos cuentos. Esta Gramática de la fantasía no debe considerarse una gramática tradicional de reglas lingüísticas, más bien como una guía de técnicas creativas para contar cuentos, escribir y fomentar el pensamiento imaginativo.

En el primer cuento el protagonista Enrique, cree que al comerse los libros puede volverse más inteligente, hasta que descubre que comprender es más valioso que acumular información. El libro utiliza el humor, el collage y juegos tipográficos que refuerzan visualmente la acción narrativa y mantienen un ritmo ágil y divertido. Aquí se alinea con uno de los capítulos de la Gramática de la fantasía, llamado “el niño como protagonista”, en este se destaca la importancia de hacer que se sientan empoderados y se relacionen con el personaje, de esta manera despertando más su interés, sin embargo, no es solo para despertar un “egocentrismo” antes bien tiene un fin didáctico, aunque para ello es importante la imaginación como nos indica Gianni Rodari (1973):

Para conocerse, es necesario ser capaz de imaginarse. No se trata, de alentar en el niño fantasías inconsubstanciales (admitido -aunque no aceptado por los psicoanalistas- que puedan existir fantasías absolutamente vacías, no indicativas de algún contenido), Antes bien echarle una mano para que pueda imaginarse e imaginar el propio destino (p.102.).

En contraste, Al cocodrilo que no le gustaba el agua de Gemma Merino aborda la temática de la identidad y la auto aceptación. Su protagonista es un cocodrilo que no se siente cómodo en su entorno hasta descubrir que, en realidad, no es un cocodrilo, es un dragón. Esta revelación simboliza el proceso de autodescubrimiento. El estilo visual de Merino es tierno, con ilustraciones suaves y metáforas visuales sutiles que refuerzan el mensaje de aceptación.

Esto coincide con dos capítulos de la Gramática de la fantasía, nos referimos al capítulo 4 llamado El binomio fantástico, esta propone tomar dos palabras sin relación aparente y hacer una historia que las conecte, en el caso de este cuento un dragón y el agua pues, aunque se revela hasta el final, fomenta la diferencia, lo inesperado y lo único en su resolución. En el capítulo 6, ¿Qué pasaría sí…?, también coincide con la narrativa del cuento pues nos propone una pregunta que es exactamente el tipo de hipótesis que Rodari propone: una idea que rompe con lo esperado, que provoca curiosidad, sorpresa y abre la puerta a una historia creativa.

He aquí dos situaciones en las cuales los acontecimientos narrativos se multiplican hasta el infinito. Podemos, para acumular material extra, imaginar las reacciones de personas diversas ante la extraordinaria novedad, los accidentes de todo género que provocarían, las discusiones que surgen (Rodari, 1973). Estas obras utilizan estructuras narrativas sencillas, pero impactantes que poseen los siguientes elementos: un conflicto inicial, un desarrollo con toques de humor o emotividad y una resolución que culmina en una transformación interna del protagonista. En los dos casos, el viaje del personaje simboliza el crecimiento personal y el autodescubrimiento. Desde el primer diálogo, se presenta el error como punto de partida para el aprendizaje:

En la primera obra: "Un día descubrió algo muy curioso… ¡qué le gustaban los libros! Pero, no de la manera habitual. No le gustaba leerlos. Le gustaba comérselos" (Jeffers, 2006). En la segunda: "A él no le gustaba el agua. Nadar no era lo suyo. Sentía frío, el agua le picaba en la nariz y no disfrutaba como los otros cocodrilos" (Merino, 2014).

La disonancia inicial y el aprendizaje a través del error, se manifiesta en los cuentos que se analizan, los protagonistas comienzan con una marcada disonancia entre lo que se espera de ellos y su experiencia real. Enrique, por ejemplo, cree poder absorber el conocimiento literalmente, comiendo libros, mientras que el cocodrilo se esfuerza por emular a sus hermanos a pesar de su incomodidad con el agua. Este primer diálogo introduce el error o el malentendido como un punto de partida esencial para el crecimiento: "Un día descubrió algo muy curioso… ¡qué le gustaban los libros! Pero, no de la manera habitual. No le gustaba leerlos. Le gustaba comérselos" (Jeffers, 2006). Y "A él no le gustaba el agua. Nadar no era lo suyo. Sentía frío, el agua le picaba en la nariz y no disfrutaba como los otros cocodrilos" (Merino, 2014).

En cuanto a la crisis como punto de quiebre, un segundo diálogo logra sumergir al lector en la crisis de los protagonistas, revelando cómo los errores cometidos detonan un proceso de aprendizaje. Esta crisis funciona como un momento de quiebre en ambos relatos: Para Enrique, la saturación lo lleva a un colapso: "Pero un día empezó a sentirse mal. Muy mal. Su cabeza no paraba de dar vueltas. Estaba hecho un lío" (Jeffers, 2006). Cita: “Al cocodrilo que no le gustaba el agua, la frustración del personaje culmina en un estallido inesperado: "Un día, al intentar lanzarse al agua como los demás, estornudó tan fuerte… ¡que echó fuego por la nariz!" (Merino, 2014).

Ambos cuentos coinciden en representar la crisis de manera abierta y, a menudo, humorística, lejos de ocultar el fracaso. Para Enrique, el conocimiento mal digerido resulta en enfermedad, mientras que para el "dragón", la imposición de una identidad ajena provoca una explosión. Este punto en común subraya la función formativa del error: la infancia necesita equivocarse para comprender y evolucionar.

Y, finalmente la transformación y auto aceptación, que en un tercer diálogo evidencia la profunda transformación de ambos protagonistas, un cambio significativo respecto a su estado inicial y un claro resultado del aprendizaje basado en el error: Enrique abandona su hábito original: "Así que dejó de comer libros y empezó a leerlos. Y descubrió que, aunque tardaba más, lo entendía mejor" (Jeffers, 2006). Y, El cocodrilo descubre su verdadera identidad: "Resultó que no era un cocodrilo… ¡más bien es un pequeño dragón!" (Merino, 2014).

De manera similar, ambos personajes se transforman al aceptar sus errores y redescubrir su verdadera esencia. Enrique comprende que el saber requiere tiempo y dedicación, mientras que el dragón se reconoce distinto y abraza su naturaleza. Esta culminación de sus caminos en una enseñanza permite reconocer lo transformadora que puede ser una lectura, un poderoso instrumento capaz de hablar del reconocimiento personal y la autoaceptación. La narrativa se ve complementada con lo visual, ofreciendo esta nueva perspectiva de los protagonistas con un cuarto y último dialogo, importante para destacar esta homogeneidad de los cuentos con sus ilustraciones, no solo como decorativo, es su forma de comunicar un mensaje en conjunto con el texto.

Por cuanto, es relevante identificar los diálogos textuales, y los diálogos visuales que culminan con ilustraciones que expresan una nueva forma de habitar el mundo en: “La última página del primer cuento, una ilustración con un libro a medio morder y la frase "Ahora solo como libros… de vez en cuando" (Jeffers, 2006) comunica una nueva relación con el conocimiento”. Y, en “Al cocodrilo que no le gustaba el agua, la ilustración final muestra al dragón volando sonriente y libre sobre el lago (Merino, 2014), simbolizando su liberación y autoaceptación”.

CONCLUSIONES

El recorrido compartido entre El increíble niño comelibros y Al cocodrilo que no le gustaba el agua permite afirmar que la literatura infantil, lejos de ser un simple entretenimiento, es una herramienta de construcción subjetiva. En los cuentos interpretados, mediante lenguajes distintos —uno más irónico y visualmente fragmentado, el otro más suave y metafórico—, logran representar procesos formativos que interpelan al lector infantil desde lo emocional, lo cognitivo y lo simbólico.

La Gramática de la fantasía de Gianni Rodari fue prescindible, pues permitió identificar en ambos cuentos las estrategias narrativas y visuales empleadas. Estrategias que tienen una finalidad no solo de entretenimiento antes bien de estimulación de la imaginación como una función didáctica profundamente vinculada con la formación y transformación de nuestras infancias. En el cuento El increíble niño comelibros, el uso del humor visual y el protagonismo infantil reflejan el aprendizaje autentico, que surge de comprender y no memorizar.

Esta narrativa coincide con lo planteado en el capítulo El niño como protagonista, donde Rodari defiende que imaginarse a uno mismo es una vía para el autoconocimiento, y que el protagonismo infantil en los relatos permite al lector proyectarse, identificarse y crecer a partir de esa experiencia ficticia.

Desde otra perspectiva, en el cuento Al cocodrilo que no le gustaba el agua, el proceso de descubrimiento personal se presenta mediante una construcción narrativa que utiliza el binomio fantástico (cocodrilo/dragón) y la pregunta generadora ¿Qué pasaría si…? Dichas técnicas, descritas por Rodari en sus capítulos 4 y 6 respectivamente, proponen el valor de ser distinto, no como algo que aísla, más bien que transforma, rompiendo con las expectativas y siendo un punto de encuentro con nuestra propia identidad. La diferencia no se señala como algo negativo más bien como una posibilidad de aprendizaje.

Los cuentos no solo se distinguen, dialogan entre sí mediante la Gramática de Rodari, en la que, la fantasía ya no es más la evasión de la realidad sino una forma legítima de exploración y comprensión de esta. En ese sentido, la creatividad narrativa no se limita a la invención de mundos irreales, eventualidad que se convierte en una herramienta poderosa para abordar temas tan complejos como la identidad, el aprendizaje y la autoaceptación en el contexto infantil.

Enrique aprende a leer con paciencia, a comprender en lugar de devorar, y a construir saberes desde el deseo, no desde la ansiedad por el éxito. El pequeño dragón aprende a reconocer su diferencia, a soltar la exigencia de encajar, y a volar siguiendo su naturaleza. Las dos narraciones, en ese sentido, no enseñan una lección impuesta, invitan a vivir una transformación desde dentro, como lo hacen los niños cuando leen, sienten y se imaginan en esos mundos. Este “diálogo entre cuentos” muestra cómo, con palabras pequeñas, se construyen grandes mundos: mundos donde el error no es castigo, más bien es un paso necesario; donde la diferencia no es problema, coadyuva para que la lectura sea un hábito juego y descubrimiento.

Con los cuentos seleccionados se demuestra que, la literatura infantil revela su potencia: formar sin imponer y transformar sin forzar, es decir, crear espacios donde el niño se reconozca y pueda, simbólicamente, elegir un camino propio. Como Enrique, que decide leer. Como el dragón, que elige volar. Estos relatos no solo entretienen; forman con sutileza y transforman con profundidad. Con estructuras simples, ilustraciones sugerentes y palabras accesibles, los cuentos analizados permiten al lector infantil enfrentarse a grandes preguntas: ¿Quién soy? ¿Cómo aprendo? ¿Qué me hace diferente? En ese viaje simbólico, se dibujan historias y posibilidades de identidad.

Los estos cuentos infantiles demuestran que lo pequeño no es sinónimo de limitado. Muy por el contrario: en las breves frases y las imágenes tiernas, se esconde una potencia formativa y transformadora capaz de acompañar a niños en su crecimiento personal, ético y emocional. Lo que lleva a reflexionar que, palabras pequeñas, sí… pero mundos inmensos. Y en ellos, la infancia se encuentra, se forma y se transforma.


 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Jeffers, O. (2006). El increíble niño comelibros. Fondo de Cultura Económica de España.

Merino, G. (2013). El cocodrilo al que no le gustaba el agua. Editorial Picarona.

Rodari, G. (2008). Gramática de la fantasía. Introducción al arte de inventar historias. https://cungraficos.weebly.com/uploads/5/0/0/7/5007473/rodarigianni-gramaticadelafantasiaintroduccionalartedeinventarhistorias.pdf

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Torremocha, P. C. C., Jiménez, S. Y., Soria, C. J. M., & Hernández, J. I. A. (2007). La formación de mediadores para la promoción de la lectura: contenidos de referencia del Máster de Promoción de la Lectura y Literatura Infantil. Univ de Castilla La Mancha.

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Vygotsky, L. (2000). La prehistoria del lenguaje escrito. En El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Barcelona: Crítica.

 

 

 

 

 

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