RELACIÓN ENTRE HÁBITOS ALIMENTARIOS Y EL ÍNDICE DE MASA CORPORAL
EN ESTUDIANTES DE GASTRONOMÍA
Jessica Mercedes Mendoza Balcazar
Maestría en Nutrición y Dietética con mención en Nutrición Comunitaria,
Universidad Estatal de Milagro, Ecuador.
https://orcid.org/0000-0001-9896-1683
Gabriela Janeth Sión Saltos
Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí
gabriela.sion@uleam.edu.ec
https://orcid.org/0000-0002-4299-706X
Cristopher Sabal Mendoza Balcazar
Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí
Cristophersabalmendobalcazar@gmail.com
https://orcid.org/0009-0001-4261-8760
Berna Paola Zambrano Azúa
Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí
berna.zambnrano@uleam.edu.ec
https://orcid.org/0009-0001-4456-8234
Autor para correspondencia: jessica.mendoza@uleam.edu.ec
Recibido: 09/08/2025 Aceptado: 20/09/2025 Publicado:
29/09/2025
RESUMEN
Los hábitos alimentarios y el estilo de vida determinan la
salud de las personas, especialmente en etapas formativas del nivel
universitario. En este contexto, el presente estudio tuvo como objetivo
determinar la relación entre hábitos alimentarios y el Índice de Masa Corporal
(IMC) en estudiantes de Gastronomía de la Universidad Laica Eloy Alfaro. Se
trató de una investigación cuantitativa, descriptiva-correlacional, donde se
aplicó una encuesta a una muestra de 120 estudiantes, extraída de una población
de 351. El cuestionario incluyó variables relacionadas con la frecuencia de
comidas, consumo de frutas y verduras, ingesta de alimentos ultra procesados,
hidratación diaria, práctica de actividad física, peso y estatura para el
cálculo del IMC, mediante la fórmula IMC = Peso (kg) / [Estatura (m)]². El
análisis de datos se realizó mediante el software SPSS, aplicando técnicas
descriptivas y correlacionales para establecer relaciones significativas entre
variables. Los resultados mostraron una tendencia significativa hacia valores
elevados de IMC, predominando el sobrepeso y la obesidad leve en un amplio
grupo de participantes. Se identificó una fuerte compensación positiva entre el
consumo frecuente de alimentos altamente procesados, el sedentarismo y un IMC
superior al promedio, respaldada estadísticamente por un coeficiente de Pearson
de r = 0,68 (p < 0,001). Se evidencia discrepancia entre los conocimientos
nutricionales de los estudiantes y su aplicación en la vida diaria. Se concluye
que existe una relación directa entre los hábitos alimentarios poco saludables
y el aumento del IMC, lo cual justifica la necesidad de estrategias educativas
y preventivas dentro del ámbito universitario.
Palabras clave:
Alimentación, Estudiantes universitarios, Gastronomía, Hábitos alimentarios,
Índice de masa corporal, Salud.
RELATIONSHIP BETWEEN EATING HABITS AND
BODY MASS INDEX IN GASTRONOMY STUDENTS
ABSTRACT
Eating habits
and lifestyle determine people's health, especially in the formative stages of
the university level. In this context, the present study aimed to determine the
relationship between eating habits and Body Mass Index (BMI) in Gastronomy
students at the Eloy Alfaro Lay University. It was a quantitative,
descriptive-correlational research, where a survey was applied to a sample of
120 students, extracted from a population of 351. The questionnaire included
variables related to meal frequency, fruit and vegetable consumption, intake of
ultra-processed foods, daily hydration, physical activity, weight and height
for the calculation of BMI, using the formula BMI = Weight (kg) / [Height
(m)]². Data analysis was performed using SPSS software, applying descriptive
and correlational techniques to establish meaningful relationships between
variables. The results showed a significant trend towards high BMI values, with
overweight and mild obesity predominating in a large group of participants. A
strong positive trade-off was identified between frequent consumption of highly
processed foods, sedentary lifestyle, and above-average BMI, statistically
supported by a Pearson coefficient of r = 0.68 (p < 0.001). There is a
discrepancy between the nutritional knowledge of the students and its
application in daily life. It is concluded that there is a direct relationship
between unhealthy eating habits and increased BMI, which justifies the need for
educational and preventive strategies within the university environment.
Keywords: Food, University students, Gastronomy, Eating
habits, Body mass index, Health.
I.
INTRODUCCIÓN
Los
hábitos alimentarios representan un factor crucial en la determinación de la
salud integral y el bienestar físico de las personas. Particularmente en la
etapa universitaria, estos hábitos suelen cambiar drásticamente debido a
factores como la independencia, horarios irregulares, limitaciones económicas y
estrés académico. Estos cambios, si no son correctamente gestionados, pueden
conducir rápidamente al desarrollo de problemas nutricionales como sobrepeso,
obesidad o incluso desnutrición.
En años recientes, varios estudios han
demostrado que la vida universitaria propicia ambientes donde prevalece un alto
consumo de alimentos ultraprocesados, comidas
rápidas, y una notable disminución en el consumo de frutas, verduras y
alimentos saludables en general (Brito
et al., 2025; Claudia et al.,
2022). Estos hábitos alimentarios poco saludables están frecuentemente
relacionados con la falta de tiempo, la preferencia por alimentos convenientes,
económicos y sabrosos, así como con la falta de conocimiento o conciencia
suficiente sobre nutrición equilibrada.
Además, la carrera de Gastronomía posee
características particulares que exacerban potencialmente estos riesgos
nutricionales. Los estudiantes tienen acceso continuo a diversos tipos de
alimentos y preparaciones culinarias, lo que facilita comportamientos
alimenticios poco saludables debido a la tentación constante de probar platos
ricos en calorías y grasas saturadas (Sánchez-Rivas et al., 2021).
La exposición constante a alimentos altamente
calóricos y la presión por degustar diversos platillos en talleres y prácticas
académicas aumenta la vulnerabilidad de estos estudiantes hacia un aumento
significativo en su Índice de Masa Corporal.
Asimismo, investigaciones recientes señalan
que, aunque existe un nivel aceptable de conocimiento sobre nutrición entre
estudiantes de carreras afines, es común observar que dicho conocimiento no
siempre se traduce en comportamientos alimentarios adecuados (Becerra-Bulla et al., 2016; Fuentes et al., 2025). Esta desconexión
entre teoría y práctica nutricional representa un reto importante (Montilla et
al., 2020), especialmente en estudiantes de gastronomía, quienes podrían,
idealmente, ser modelos ejemplares de prácticas alimentarias saludables.
Es fundamental destacar que las implicaciones
del sobrepeso y la obesidad en la juventud universitaria no se limitan
únicamente a la salud física, sino que también tienen repercusiones en la salud
emocional y académica. Diversos estudios han documentado una correlación entre
altos niveles de IMC y disminución en el rendimiento académico, problemas de
autoestima y trastornos emocionales (Brito
et al., 2025).
Ante estos desafíos, es crucial investigar
con mayor detalle las dinámicas específicas que se desarrollan en contextos
universitarios, especialmente en programas académicos como la Gastronomía,
donde existe una interacción diaria e intensa con la alimentación. Este
conocimiento permitirá desarrollar estrategias preventivas y educativas que
fomenten hábitos alimentarios equilibrados, promuevan una conciencia crítica
sobre la nutrición y mejoren la calidad de vida de los estudiantes
universitarios.
Este estudio busca precisamente contribuir en
esta línea, proporcionando información clave sobre cómo los estudiantes de
gastronomía gestionan su alimentación y cómo esta gestión impacta directamente
en su estado nutricional medido a través del Índice de Masa Corporal (IMC). Por
tanto, la importancia de esta investigación radica en su potencial para ofrecer
bases sólidas que permitan diseñar intervenciones específicas y efectivas en la
promoción de hábitos alimenticios saludables dentro del ámbito universitario,
específicamente en carreras vinculadas con la alimentación.
I.I. Planteamiento del problema
La
transición a la vida universitaria suele conllevar cambios significativos en
los hábitos alimentarios de los estudiantes, debido a factores relacionados al
estrés académico, la falta de tiempo y el acceso limitado a opciones
alimenticias saludables. Esta situación se torna aún más crítica en carreras
como Gastronomía, donde la exposición constante a alimentos hipercalóricos
incrementa el riesgo de adoptar prácticas alimenticias inadecuadas.
Algunos
investigadores (Hernández-Gallardo
et al., 2021; Pérez et al., 2024), han puesto en evidencia
una correlación directa entre el consumo frecuente de alimentos refinados, el
sedentarismo y el incremento en el Índice de Masa Corporal (IMC) en poblaciones
estudiantiles; sin embargo, persiste una
desconexión preocupante entre el conocimiento teórico que poseen los
estudiantes sobre nutrición y su aplicación práctica en el día a día, lo que
plantea un desafío importante para los centros de enseñanza en cuanto al diseño
de estrategias preventivas y formativas que promuevan una cultura alimentaria
saludable desde el ámbito académico.
La transición a la vida universitaria
representa un momento determinante para la consolidación de hábitos
alimentarios, los cuales influyen directamente en el estado nutricional de los
estudiantes. En carreras como Gastronomía, esta situación adquiere una
dimensión crítica por la constante exposición a alimentos hipercalóricos. A
pesar de que los estudiantes poseen conocimientos teóricos sobre nutrición, no
siempre logran aplicarlos, lo que genera una desconexión entre el saber y el
hacer. Esta disonancia plantea un desafío para las instituciones educativas,
que deben diseñar estrategias formativas orientadas a fomentar una cultura
alimentaria saludable desde la formación académica.
A pesar de poseer conocimientos técnicos sobre
nutrición, los estudiantes no siempre logran aplicarlos en su vida cotidiana,
lo que genera una disonancia entre teoría y práctica. Por tanto, esta
investigación se justifica en la necesidad de comprender los factores que
inciden en dicha incoherencia, así como en la urgencia de diseñar estrategias
que promuevan una cultura alimentaria más saludable desde el ámbito formativo.
De esta manera, se busca contribuir a la prevención de sobrepeso y obesidad,
problemas crecientes en el entorno universitario que afectan el rendimiento
académico y la calidad de vida de los futuros profesionales de la gastronomía.
El objetivo general de este estudio fue determinar
la relación entre los hábitos alimentarios y el índice de masa corporal (IMC)
en estudiantes de la carrera de Gastronomía de la Universidad Laica Eloy Alfaro
de Manabí. Para lograr este propósito, se establecen tres objetivos
específicos: en primer lugar, identificar los patrones de consumo alimentario
predominantes entre los estudiantes, incluyendo la frecuencia de comidas, el
tipo de alimentos ingeridos y los niveles de hidratación; en segundo lugar,
calcular el índice de masa corporal de los participantes mediante la
recolección de datos antropométricos estandarizados; y en tercer lugar,
analizar la relación entre los hábitos alimentarios, la práctica de actividad
física y los valores de IMC, con el fin de detectar posibles asociaciones que
orienten futuras intervenciones en el ámbito educativo y nutricional.
En este contexto, se propuso realizar
un estudio que permitiera identificar cómo los hábitos alimentarios y factores
de estilo de vida influyen en el estado nutricional de los estudiantes de
Gastronomía, evaluado mediante el Índice de Masa Corporal (IMC).
Se planteó
como hipótesis que
existe una relación significativa entre hábitos alimentarios inadecuados y un
índice de masa corporal elevado en estudiantes de la carrera de Gastronomía.
Específicamente, se espera encontrar que aquellos estudiantes con mayor
frecuencia en el consumo de alimentos procesados, menor ingesta de frutas y
verduras y escasa actividad física presentan valores de IMC superiores al
promedio, lo que evidenciaría una tendencia hacia el sobrepeso u obesidad en
este segmento poblacional. Comprobar esta relación permitiría sustentar el diseño de
estrategias educativas y preventivas desde el ámbito universitario, orientadas
a promover una cultura alimentaria más saludable.
I.II. Antecedentes conceptuales de la
investigación
Los
hábitos alimentarios son definidos como el conjunto de conductas aprendidas que
rigen la selección, preparación y consumo de alimentos, influenciados por
factores culturales, económicos, sociales y psicológicos. En el contexto
universitario, estos hábitos se ven alterados por la independencia del entorno
familiar, los horarios irregulares, la presión académica y la facilidad de
acceso a alimentos altamente procesados.
Araneda-Flores
et al. (2024) aseguran que los entornos universitarios propician un ambiente obesogénico, caracterizado por la disponibilidad limitada
de opciones saludables y la predominancia de alimentos de bajo valor
nutricional, lo que incide negativamente en el estado nutricional de los
estudiantes.
Por su parte, el IMC es uno de los
indicadores antropométricos más utilizados a nivel mundial para estimar el
estado nutricional de las personas, ya que ayuda a clasificar a los individuos
según su peso en relación con su estatura. No obstante, este indicador suele
verse afectado por múltiples variables, entre ellas el tipo y la calidad de la
dieta, la actividad física y los patrones de consumo.
Aviles-Peralta et al. (2023) y Padilla et al. (2024) afirman que, aunque muchos estudiantes
universitarios poseen conocimientos básicos sobre nutrición, estos no siempre
se reflejan en sus decisiones alimentarias, lo cual genera una brecha entre el
saber y el hacer nutricional, particularmente en carreras donde la alimentación
es una dimensión central del proceso formativo.
II. METODOLOGÍA
El
estudio se diseñó bajo un enfoque cuantitativo de tipo
descriptivo-correlacional, que permitió identificar patrones de comportamiento
alimentario y correlacionarlos con indicadores de salud nutricional
específicos, como el IMC.
Se
diseñó una encuesta basada en la aplicación de un cuestionario estructurado
compuesto por 10 preguntas que abordaban variables demográficas (edad y sexo),
hábitos alimentarios (frecuencia y tipo de alimentos consumidos), hidratación, actividad
física, datos antropométricos (peso y estatura) y autopercepción sobre su
estado nutricional.
El cuestionario, según recomiendan Pisco et al. (2019) y Ponce et al. (2020),
fue validado previamente por tres expertos en nutrición para garantizar su
pertinencia y confiabilidad. Se realizó una prueba piloto con un grupo de 8 estudiantes
para ajustar preguntas ambiguas y asegurar claridad y precisión en las
respuestas.
Para la recopilación de datos, se realizaron
visitas presenciales a las aulas durante las jornadas académicas regulares,
previa autorización de las autoridades universitarias y consentimiento de los
participantes. Para determinar el Índice de Masa Corporal, se empleó la fórmula
recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que establece IMC =
Peso (kg) / [Estatura (m)]².
El peso corporal fue medido utilizando una balanza
digital calibrada disponible en el laboratorio de gastronomía de la Uleam, y la estatura con un estadiómetro portátil siguiendo
protocolos internacionales de medición antropométrica.
Esta metodología ha sido ampliamente
utilizada y validada en estudios recientes enfocados en la evaluación
nutricional en poblaciones universitarias (Ravasco et
al., 2010; Maza-Ávila et
al., 2022; Vargas et al., 2022; López,
2023; Ruiz & Gómez, 2024).
En
cuanto al análisis estadístico, se utilizó el software SPSS. Los datos
recopilados fueron tabulados y analizados inicialmente con técnicas
descriptivas (frecuencias absolutas y porcentajes), posteriormente se aplicó el
análisis inferencial mediante la correlación de Pearson para determinar la
magnitud y dirección de la relación entre variables relacionadas con hábitos
alimentarios y el IMC. Además, se realizaron pruebas adicionales de normalidad
(Kolmogorov-Smirnov) para asegurar la idoneidad de
los datos para análisis paramétricos.
La
población objetivo estuvo conformada por 351 estudiantes de la carrera de
Gastronomía. La muestra se integró por 120 estudiantes que aceptaron participar
voluntariamente en el estudio, lo cual corresponde a un 34% del total. Aunque se trata de un muestreo no
probabilístico por conveniencia, el tamaño de la muestra se considera adecuado
y representativo, ya que supera el mínimo estimado para estudios
descriptivo-correlacionales en poblaciones universitarias, garantizando así una
aproximación válida a la realidad del grupo investigado.
III. RESULTADOS
El análisis de los datos recopilados permitió
identificar patrones significativos en los hábitos alimentarios y la condición
nutricional de los estudiantes participantes. Del total de 120 encuestados, el
65 % manifestó consumir alimentos ultraprocesados más
de tres veces por semana, lo cual evidencia una tendencia preocupante hacia
elecciones alimentarias poco saludables.
Por otro lado, únicamente el 25 % declaró consumir
frutas y verduras al diario, mientras que el 30 % indicó hacerlo rara vez o
nunca.
.
Figura
1. Distribución de frecuencia de actividad física realizada
por los participantes.
En cuanto a
la práctica de actividad física, se observó que el 58% de los estudiantes no
realiza ejercicio de forma regular. Esta situación se refleja en la figura 1,
que muestra la distribución de frecuencia de actividad física entre los
participantes.
La figura 2
complementa este hallazgo al evidenciar que los estudiantes esencialmente
inactivos presentan un Índice de Masa Corporal (IMC) promedio más elevado que
aquellos que sí incorporan actividad física en su rutina. Estos resultados
refuerzan la relación negativa entre sedentarismo y estado nutricional.
La figura 2, también evidencia que los
estudiantes que no realizan actividad física tienden a presentar un IMC más
elevado que aquellos que sí la practican regularmente, lo cual refuerza la
influencia del sedentarismo sobre la salud nutricional.
Figura
2. Índice de Masa Corporal
promedio según nivel de actividad física.
La distribución del IMC en la muestra reveló que el
45% de los estudiantes presentaba sobrepeso u nivel de obesidad, el 40% se
encontraba en un rango de peso normal y el 15% mostraba indicios de bajo peso.
Esta tendencia se resume en la figura 3, en la que se observa una mayor
prevalencia de condiciones asociadas al exceso de peso corporal.
Figura
3. Distribución porcentual del IMC en estudiantes de
Gastronomía.
En relación con la alimentación, se elaboró un
gráfico comparativo (figura 4) que contrasta la frecuencia de consumo de
alimentos ultra procesados con la ingesta de alimentos saludables como frutas y
verduras. El gráfico evidencia una predominancia significativa del consumo del
primero de los anteriores productos mencionados frente a los alimentos
naturales, lo que subraya la necesidad de promover intervenciones nutricionales
específicas para esta población estudiantil.
Figura
4. Frecuencia de consumo de alimentos ultra procesados
vs saludables
Previamente a los análisis
inferenciales, se aplicó la prueba de normalidad de Kolmogórov-Smirnov para
verificar la distribución de las variables cuantitativas. Tanto el IMC como la
frecuencia de consumo de alimentos ultra procesados presentaron distribuciones
normales (p > 0,05), lo que validó el uso de estadísticas paramétricas en el
análisis correlacional (figura 5).
Figura 5.
Prueba de normalidad (Kolmogórov-Smirnov).
El análisis inferencial, realizado mediante la
prueba de evaluación de Pearson, reveló una asociación positiva significativa
(r = 0,68; p < 0,001) entre la frecuencia del consumo de alimentos ultra procesados,
la baja actividad física y valores elevados de IMC. Esta relación lineal queda
ilustrada en la figura 6, que representa gráficamente la magnitud del vínculo
entre ambas variables.
Este resultado es consistente con estudios
previos como los de Brito et al. (2025) y
Claudia et al. (2022), quienes
también identificaron una correlación significativa entre el consumo de
alimentos no saludables y altos índices de IMC.
Figura
6. Correlación entre consumo de alimentos ultraprocesados y el índice de masa corporal (IMC).
Asimismo,
la figura 7 muestra la tendencia ascendente del IMC promedio en función de la
frecuencia de consumo de productos altamente procesados. A mayor frecuencia de
ingesta, mayor fue el valor promedio de IMC entre los participantes, lo que
refuerza el papel de la alimentación como factor clave en la composición
corporal de los estudiantes.
Figura
7. Tendencia del IMC según frecuencia de consumo de ultraprocesados
Un aspecto relevante identificado
en el estudio fue la discrepancia entre el conocimiento nutricional teórico y
su aplicación práctica. Aunque el 80 % de los encuestados manifestó poseer
conocimientos adecuados sobre nutrición, solo el 30 % reconoció aplicarlos de
manera constante en su alimentación cotidiana.
Esta
brecha se refleja en la figura 8, la cual evidencia visualmente la disonancia
entre lo que los estudiantes saben y lo que realmente practican. Este hallazgo es
similar al de otras investigaciones (Fuentes et al., 2025), que
también han documentado la falta de correspondencia entre la educación recibida
nutricional y las decisiones alimentarias adoptadas en la vida diaria, quienes además señalan la brecha
persistente entre la educación nutricional recibida y la adopción real de
hábitos alimentarios saludables.
Figura
8. Aplicación de conocimientos nutricionales en
la dieta diaria.
Estos
resultados concuerdan con lo reportado por Fuentes
et al. (2025) quienes señalan la brecha persistente entre la educación
nutricional recibida y la adopción real de hábitos alimentarios saludables.
Los
hábitos alimentarios identificados reflejan claramente patrones que predisponen
a los estudiantes de gastronomía al riesgo nutricional de sobrepeso y obesidad.
La alta exposición a alimentos ricos en grasas y azúcares y la poca actividad
física contribuyen significativamente a estos resultados. Por lo tanto, se
sugiere implementar estrategias educativas y programas específicos dentro del
currículo académico que motiven cambios positivos en los hábitos alimentarios.
IV. DISCUSIÓN
Los resultados obtenidos en esta investigación
confirman que existe una relación significativa entre los hábitos alimentarios
inadecuados y un índice de masa corporal elevado en estudiantes universitarios
de la carrera de Gastronomía.
La
prevalencia del consumo frecuente de alimentos ultraprocesados,
la baja ingesta de frutas y verduras, así como la escasa práctica de actividad
física, explican en gran medida la alta proporción de estudiantes con sobrepeso
u nivel de obesidad. Este hallazgo valida la hipótesis planteada y se alinea
con las tendencias observadas en otras poblaciones universitarias.
Diversos
estudios han documentado asociaciones similares. Por ejemplo, Claudia et al.
(2022) identificaron en estudiantes de medicina una relación directa entre el
consumo de alimentos refinados, la falta de ejercicio físico y el aumento del
IMC. De manera complementaria, Vilugrón et al. (2024) destacaron que los
estudiantes universitarios presentan una marcada preferencia por productos ultraprocesados, lo que impacta negativamente su estado
nutricional. En consonancia, Castillo et al. (2022) señalan que el nivel de
sedentarismo en la población universitaria se incrementa de manera
significativa tras la pandemia de COVID-19, afectando indicadores como el peso
corporal, la resistencia física y la energía diaria.
Un aspecto
especialmente preocupante identificado en este estudio fue la marcada
discrepancia entre el conocimiento teórico que poseen los estudiantes sobre
alimentación saludable y su implementación práctica. Aunque una amplia mayoría
manifestó tener una formación básica en nutrición, solo una fracción reconoció
aplicarla de manera habitual en su vida cotidiana.
Este
desfase, también reportado por Fuentes et al. (2025), revela una problemática
común en entornos educativos: el conocimiento no siempre se traduce en acción,
debido a la influencia de factores psicosociales, ambientales y de estilo de
vida. La presión académica, los horarios extensos, el entorno culinario
calórico de la carrera y la falta de tiempo para planificar una dieta saludable
podrían ser elementos explicativos de esta contradicción.
Asimismo,
Morales et al. (2016) sostienen que los estilos de vida universitarios están
marcados por comportamientos poco saludables, entre ellos el consumo nocturno
de alimentos, la irregularidad en los horarios de comida y la falta de rutinas
físicas, los cuales se reflejan directamente en el riesgo de presentar
sobrepeso u obesidad. Estos elementos, presentes en la población estudiada,
deben ser considerados al momento de diseñar estrategias de intervención
contextualizadas.
Sin
embargo, este estudio presenta ciertas limitaciones que deben reconocerse. En
primer lugar, el tipo de muestreo no fue probabilístico por conveniencia, lo
cual puede limitar la capacidad de generalización de los resultados a toda la
población universitaria. También, los datos fueron recolectados mediante
autoinforme, lo que implica un posible mensaje de memoria o de deseabilidad
social en las respuestas. Tampoco se incluyen variables complementarias como la
salud mental, la calidad del sueño o el nivel de estrés, las cuales podrían
estar relacionadas con los hábitos alimentarios.
A pesar de
estas limitaciones, los hallazgos aportan evidencia útil para el diseño de
políticas institucionales y programas educativos orientados a mejorar la salud
nutricional en contextos universitarios. En particular, se recomienda que las
carreras vinculadas con la alimentación, como Gastronomía, integren contenidos
prácticos y formativos sobre nutrición aplicada, planificación de menús
saludables y autocuidado alimentario. Asimismo, sería conveniente promover
entornos académicos que faciliten el acceso a opciones saludables y fomenten la
práctica de la actividad física, no como un complemento opcional, sino como
parte de la formación integral del estudiante.
Finalmente, futuras investigaciones podrían ampliar
esta línea de estudio incorporando un enfoque más holístico del bienestar
estudiantil, considerando variables como la salud mental, las adicciones, la
dinámica del entorno familiar y académico, así como los hábitos de descanso.
Esta perspectiva permitiría comprender de manera más profunda los determinantes
del estado nutricional en jóvenes universitarios y fortalecer el diseño de
intervenciones más efectivas.
V.CONCLUSIONES
Los hallazgos de esta confirman la existencia de
una relación directa y estadísticamente significativa entre los hábitos
alimentarios inadecuados y un índice de masa corporal elevado en estudiantes
universitarios de la carrera de Gastronomía. La elevada frecuencia en el
consumo de alimentos ultraprocesados, la baja ingesta
de frutas y verduras y la escasa práctica de actividad física fueron los
principales factores asociados a esta tendencia, lo cual concuerda con la
literatura.
Además, se
evidencia una preocupante discrepancia entre el conocimiento nutricional que
poseen los estudiantes y su aplicación en la vida diaria. Esta brecha entre
saber y hacer pone de manifiesto que la formación teórica no garantiza por sí
sola la adopción de hábitos saludables, especialmente en un entorno académico
donde prevalece la exposición constante a alimentos de alta densidad calórica.
Estos
resultados permiten concluir que el sobrepeso y la obesidad leve constituyen un
problema emergente de salud pública en el entorno universitario, con
implicaciones no solo físicas, sino también académicas y emocionales. En
consecuencia, se hace necesaria la implementación de estrategias
institucionales que promuevan estilos de vida saludables desde el currículo
formativo, incluyendo actividades prácticas de nutrición, orientación
alimentaria y espacios que incentivan la actividad física regular.
Igualmente,
se recomienda a las universidades el desarrollo de campañas de sensibilización,
la mejora del entorno alimentario en el campus y la incorporación de políticas
que faciliten el acceso a opciones saludables para la comunidad estudiantil.
Tales acciones no solo contribuirían al bienestar integral del alumnado, sino
también al fortalecimiento del perfil profesional de los futuros gastrónomos,
quienes deben ser agentes promotores de una alimentación consciente y
equilibrada.
En última instancia, se sugiere que futuras
investigaciones amplíen el enfoque hacia dimensiones complementarias como la
salud mental, los niveles de estrés, la calidad del sueño o la autopercepción
corporal, con el fin de abordar de manera integral los factores que influyen en
el estado nutricional de los estudiantes universitarios.
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