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ISSN: 2600-6030
Vol. 8. Núm. 16 (ene - jul. 2025)
EL COLOR PÚRPURA DIVERSIDAD CULTURAL, DESAFÍOS Y
OPORTUNIDADES EN LA OBRA DE ALICE WALKER
Anggie Guadalupe Hidrovo Chóez
Estudiante Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, Ecuador.
e1313519751@live.uleam.edu.ec
https://orcid.org/0009-0005-4641-7543
Melany Nayely Toscano Pinargote
Estudiante Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, Ecuador.
e1316031341@live.uleam.edu.ec
https://orcid.org/0000-0002-2857-6867
Ana Teresa Rivera Solórzano
Docente Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, Ecuador.
ana.rivera@uleam.edu.ec
https://orcid.org/0000-0002-7488-9346
Autor para correspondencia: e1313519751@live.uleam.edu.ec
Recibido: 29/11/2024 Aceptado: 02/12/2024 Publicado:25/01/25
RESUMEN
El color púrpura de Alice Walker es una obra que aborda la diversidad cultural y
los desafíos sociales de principios del siglo XX en las comunidades afroamericanas
del sur de Estados Unidos, a través de la historia de Celie, una mujer afroamericana
que enfrenta opresión racial, de nero y social, Walker emplea la narrativa
epistolar para explorar temas como desigualdad, racismo, patriarcado y pobreza.
El estudio se centra en cómo la diversidad cultural puede ser tanto un desafío como
una oportunidad, las cartas de Nettie, hermana de Celie, vinculan la opresión
racial en Estados Unidos con las dinámicas coloniales en África, resaltando el valor
de las tradiciones africanas, como el sentido de comunidad y espiritualidad, su
teoría central analiza la doble opresión de las mujeres afroamericanas por el
racismo estructural y el patriarcado, Celie, inicialmente atrapada en un ciclo de
abuso, encuentra fortaleza en mujeres como Shug Avery, quienes la inspiran a
desafiar estructuras opresivas, este crecimiento culmina en su independencia
emocional y económica, simbolizada por su emprendimiento de confección. La
metodología narrativa muestra las dinámicas de poder dentro de la comunidad
afroamericana, evidenciando cómo los hombres replican estructuras patriarcales
bajo el peso del racismo, sin embargo, personajes como Celie y Sofía encarnan
resistencia y transformación. Los resultados destacan cómo la obra denuncia la
opresión y celebra la resiliencia femenina, empleando la literatura como
herramienta para reflexionar sobre justicia, equidad y reconciliación cultural.
Palabras clave: Diversidad cultural, comunidad, segregación, identidad
THE COLOR PURPLE CULTURAL DIVERSITY, CHALLENGES AND
OPPORTUNITIES IN ALICE WALKER’S WORK.
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ABSTRACT
The Color Purple by Alice Walker is a literary work that addresses cultural diversity
and the social challenges of the early 20th century, set within African American
communities in the southern United States. Through the story of Celie, an African
American woman who faces racial, gender, and social oppression, Walker employs
an epistolary narrative to explore themes such as inequality, racism, patriarchy,
and poverty. The novel highlights how cultural diversity can be both a challenge
and an opportunity. Nettie's letters, Celie's sister, reveal the connection between
racial oppression in the United States and colonial dynamics in Africa, emphasizing
the richness of African traditions, such as the sense of community and spirituality.
The novel also explores the double oppression African American women endure
due to structural racism and patriarchy. Celie, initially trapped in a cycle of
physical, emotional, and sexual abuse, finds strength in other women, such as Shug
Avery, who inspires her to reconnect with her spirituality and challenge oppressive
social structures. This growth culminates in her emotional and economic
independence, symbolized by her sewing business. Through its narrative, the novel
reveals power dynamics within the African American community, showing how
men, oppressed by racism, replicate patriarchal structures within their families.
However, women like Celie and Sofia embody resilience and transformation,
challenging social norms and redefining their identities. The Color Purple not only
denounces oppression but also celebrates the strength of women in resisting and
rebuilding their lives, using literature as a tool to reflect on justice, equity, and
cultural reconciliation.
Keywords: Cultural diversity, community, segregation, identify.
INTRODUCCIÓN
La diversidad cultural es, o debería ser, uno de los pilares fundamentales de toda
sociedad, puesto que refleja las múltiples formas en que las comunidades
interpretan el mundo y dan significado a su existencia, permitiendo una
convivencia e interacción armoniosa entre individuos de diferentes culturas y
creando oportunidades que no distinguen entre tradiciones, lenguas, religiones y
otros elementos inherentes de los mismos. Sin embargo, esta convivencia entre
culturas también representa desafíos profundos que, muchas veces, pueden surgir
dentro de comunidades específicas, tales como: la desigualdad, exclusión y
conflictos que demandan una revalorización constante de los principios de justicia
y equidad.
Bajo esta premisa, la literatura ha sido una herramienta poderosa para explorar
estas tensiones y mostrar las realidades que enfrentan las comunidades, desde los
desafíos que amenazan a la diversidad, como los ya planteados, hasta caminos
hacia la reconciliación y la comprensión mutua. La obra El color Púrpura de Alice
Walker es un ejemplo sobresaliente de cómo la literatura va s allá del mero
entretenimiento para sus consumidores, la literatura es una herramienta poderosa
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que captura la riqueza de las experiencias culturales y que muchas veces aborda
las aberraciones que se presentan en las comunidades pero que se silencian por
miedo o resignación; desigualdades de género, raza y clase que atraviesan las
comunidades, en este caso, los afrodescendientes en Estados Unidos.
El presente ensayo analiza cómo la obra de Walker se convierte en un prisma para
entender los desafíos de la diversidad cultural en un mundo marcado por la
opresión y el racismo típico de Estados Unidos de principios del siglo XX, en las
peores décadas de segregación racial, al tiempo que ofrece oportunidades de
resistencia, crecimiento personal y construcción de comunidad como se refleja en
su protagonista a medida que avanza la obra. De modo que, se explorará cómo
Walker utiliza la narrativa para iluminar la riqueza y complejidad de las dinámicas
culturales, los retos que plantean las estructuras sociales y las posibilidades de
redención y conexión entre individuos de distintos contextos. Además, será
imprescindible conocer el contexto histórico en el que se desarrolla la historia, los
desafíos que se presentan dentro y fuera de su comunidad y en contraparte, las
oportunidades que surgen aproximándonos a su desenlace.
METODOLOGÍA
El arte de interpretar debe constituirse en una actividad que el individuo tiene que
aprehender mediante el estudio y la lectura constante, por consiguiente, toda
lectura es comprensión y en ese acto convergen, por una parte, el necesario
preconocimiento del tema de la obra que debe interpretar y por la otra, la
necesaria pertinencia de la obra y el intérprete a un ámbito mayor. Así como
también las motivaciones y expectativas del exégeta, pues quien interpreta tiene
su horizonte, la cultura social, el conocimiento previo, el control lingüístico, las
actitudes y los esquemas conceptuales y vive una situación concreta en el
momento que realiza la interpretación, su acción interpretadora no se separa de
sus circunstancias sociales y con esa perspectiva aborda el texto (Cassany, 1998).
El presente ensayo se basa en una metodología puramente cualitativa que integra
herramientas del análisis literario, la investigación contextual y la interpretación
crítica tales como la hermenéutica para la interpretación de los textos.
Entendemos a la Hermenéutica como una actividad de reflexión en el sentido
etimológico del término, es decir, una actividad interpretativa que permite la
captación plena del sentido de los textos en los diferentes contextos por los que
ha atravesado la humanidad. Interpretar una obra es descubrir el mundo al que
ella se refiere en virtud de su disposición, de su género y de su estilo (Ricoeur,
1984).
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En este sentido, no solo se busca desentrañar las dinámicas narrativas y simbólicas
de la obra, sino también conectar estos elementos con el contexto histórico, social
y cultural en el que se desarrolla para interrelacionar con los ejes de Diversidad
cultural: desafíos y oportunidades, con la obra El color púrpura de Alice Walker y
sus respectivas temáticas y elementos.
La finalidad es comprender cómo Alice Walker articula en su narrativa la diversidad
cultural, la opresión racial y de género, así como los procesos de resistencia,
búsqueda de identidad y emancipación. La revisión textual minuciosa de la obra y
de estudios, libros e investigaciones sobre la misma servirán para identificar las
temáticas principales, los personajes clave con sus respectivos diálogos y los
elementos literarios, históricos y biográficos utilizados por Walker para construir
su narrativa.
En este proceso de recopilación de frases y pasajes significativos que reflejan las
principales temáticas de la obra, será interesante varios como la opresión de
género, el racismo estructural, la diáspora africana y la lucha por la identidad.
También, se desarrolló una revisión de la evolución de los personajes principales
(Celie, Shug Avery, Sofia, Nettie, Albert y Harpo), enfocándose en cómo sus
experiencias reflejan y desafían las estructuras de poder de la época en secuencia
con las décadas correspondientes a la misma.
En la revisión consta además identificar las simbologías y elementos, como las
cartas y la figura de Dios, que se analizó en conjunto con la transformación
personal y comunitaria de los personajes. Revisar concepciones básicas acerca del
contexto histórico de Estados Unidos (1940-1960) fue importante, de este modo,
se analizaron las condiciones de vida de la comunidad afrodescendiente durante
las décadas de segregación racial tomando en cuenta el impacto de la esclavitud
en la identidad cultural.
Para establecer una breve comparativa entre los personajes de Nettie, Sofía y
Celie, se usó el paralelismo mostrado en la obra en los contextos de ambas
mujeres, entre la opresión colonial en África, explorada por Nettie en su labor
como misionera; la segregación racial en Estados Unidos, vivida por Sofía en la
injusticia de su captura; por último, la opresión de género presentes en las
comunidades afroamericanas, como se muestra con Celie.
Se estudió cómo la obra aborda la diversidad cultural no solo como una fuente de
conflicto, sino como una oportunidad para la resistencia, la solidaridad y el
aprendizaje mutuo y a partir del análisis crítico que integra perspectivas literarias,
sociológicas y de género. Estas dinámicas de género se identificaron a través de la
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narrativa de Walker y su representación de la opresión patriarcal y cómo las
mujeres afroamericanas resisten y redefinen su identidad a lo largo de la novela.
Se analizó la representación del racismo y la segregación racial, así como las
estrategias de resistencia que emplean los personajes para sobrevivir y prosperar
en un entorno hostil. Examinando cómo la protagonista, Celie, construye su
identidad a partir de su relación con otras mujeres, la espiritualidad y el
emprendimiento económico.
Este marco metodológico permitió resaltar El color púrpura de Alice Walker s
que una simple obra literaria, sino como manifiesto que denuncia la opresión y
celebra la capacidad de transformación personal y colectiva a través de la
reconciliación con nuestras comunidades y la conexión con las raíces culturales.
DESARROLLO
El color púrpura de Alice Walker, es una obra magnífica que aborda temas
fundamentales relacionados con la diversidad cultural, los desafíos sociales y las
oportunidades para la transformación personal y comunitaria, esta obra se sitúa
en el sur de los Estados Unidos durante las primeras décadas del siglo XX, la novela
refleja un mosaico de experiencias humanas a través de las cartas de Celie, una
mujer afroamericana que, a pesar de las múltiples formas de opresión que
enfrenta, logra encontrar su voz y su identidad.
La diversidad cultural en El color Púrpura se manifiesta principalmente en la
exploración de las experiencias de la comunidad afroamericana, pero también se
amplía con la inclusión de personajes y elementos provenientes de África, la novela
establece un paralelismo entre las luchas de los afroamericanos en Estados Unidos
y las dinámicas de poder colonial en África, donde los personajes Nettie, Samuel y
Corrine desempeñan un papel importante en sus esfuerzos misioneros.
Walker presenta la diversidad cultural no solo como un desafío, sino también como
una oportunidad para el aprendizaje y la conexión, Celie, que inicialmente ve el
mundo con un marco limitado por el racismo y el patriarcado, comienza a expandir
su perspectiva gracias a las historias que su hermana Nettie le envía desde África,
estas cartas revelan las similitudes entre las formas de opresión en ambos
continentes, pero también destacan la riqueza de las tradiciones africanas, como
el sentido comunitario y la conexión con la tierra.
La cultura afroamericana en Estados Unidos se muestra profundamente marcada
por la diáspora, la esclavitud y el racismo estructural, Walker utiliza el arte, la
música y las prácticas espirituales para subrayar cómo estas comunidades resisten
y transforman sus circunstancias, creando espacios de solidaridad y
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empoderamiento, la cultura, en este sentido, se convierte en una herramienta de
resistencia frente a las imposiciones del sistema dominante.
Desde el inicio de la novela, el género emerge como un determinante central de
la subordinación de Celie, porque su infancia está marcada por la violencia sexual,
ya que su padrastro la viola repetidamente, considerándola no más que un objeto
para satisfacer sus deseos, este abuso tiene consecuencias psicológicas profundas:
Celie internaliza su falta de valor, viéndose a misma como un ser subordinado
cuyo único propósito es obedecer, este abuso no solo refleja la dominación
masculina en el ámbito familiar, sino que también establece un patrón que
continuará en su matrimonio con Albert, un hombre violento y controlador.
El matrimonio en la novela es una institución opresiva para las mujeres, Albert no
solo explota a Celie físicamente, sino que también la degrada emocionalmente al
compararla con Shug Avery, la mujer que él realmente ama, Celie es tratada como
una sirvienta sin derechos ni autonomía, esta experiencia no es exclusiva de ella:
otras mujeres, como Sofía, se enfrentan la expectativa de sumisión en sus
relaciones, sin embargo, Sofia se niega a aceptar estas reglas debido al carácter
que tiene y que es producto de su contexto familiar, desafiando a su esposo Harpo
cuando intenta dominarla.
Este conflicto muestra cómo las mujeres enfrentan tanto la opresión directa de los
hombres como las normas culturales que refuerzan la sumisión femenina,
paralelamente a la opresión de género, el racismo define las experiencias de los
personajes afroamericanos en la novela, en el contexto de las leyes de Jim Crow,
la segregación racial institucionaliza la discriminación y la violencia contra los
afroamericanos, Sofia, por ejemplo, sufre directamente las consecuencias del
racismo cuando se niega a cumplir con las expectativas de referencia hacia los
blancos.
Su negativa a trabajar como sirvienta para la esposa del alcalde resulta en una
brutal paliza y una condena injusta que la lleva a pasar años en prisión y,
posteriormente, a trabajar en condiciones de servidumbre para la familia del
alcalde, la narrativa de Sofia destaca cómo el racismo opera como un sistema de
control físico y psicológico, su encarcelamiento es un recordatorio de que
cualquier acto de resistencia puede tener consecuencias devastadoras en un
contexto donde los cuerpos negros son considerados propiedad del sistema blanco.
Además, la humillación que sufre al ser forzada a trabajar para quienes la
maltrataron refuerza la deshumanización inherente al racismo institucional, lo que
hace especialmente poderosa la narrativa de la obra El color púrpura es su enfoque
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en cómo el género y la raza se entrelazan para crear una forma única de opresión
para las mujeres afroamericanas, estas mujeres no solo enfrentan la explotación
de los hombres dentro de sus propias comunidades, sino también el racismo
externo que limita sus oportunidades y define su lugar en la sociedad.
Este doble peso se refleja en las experiencias de Celie, Sofia y Nettie, quienes
constantemente deben navegar entre estos dos sistemas de dominación, el
racismo, combinado con el patriarcado, también afecta las relaciones entre
hombres y mujeres afroamericanos, quienes, en muchos casos, interiorizan las
dinámicas opresivas, los hombres, como Albert o Harpo, que son oprimidos por el
sistema racista, a menudo replican estas estructuras de poder en sus hogares,
descargando su frustración y dolor sobre las mujeres, aunque esto no debería ser
lo correcto ni ser justificado, pero en este caso no solo perpetúa el ciclo de
opresión, sino que también fractura las posibilidades de solidaridad dentro de la
comunidad afroamericana.
Aunque es una obra que documenta los estragos de la opresión, también celebra
la capacidad de las mujeres para resistir y desafiar estas dinámicas, Sofia es un
ejemplo clave de resistencia. Aunque su desafío inicial al racismo le cuesta caro,
su carácter fuerte y su negativa a someterse la convierten en un modelo de
fortaleza para otras mujeres, desafiando a lo que la sociedad quería imponerle.
Celie, por su parte, representa una transformación desde la sumisión total hacia
el empoderamiento, a través de su relación con Shug Avery, Celie comienza a
cuestionar las estructuras que la han oprimido, Shug la inspira a reconsiderar su
concepción de Dios, pasando de un Dios masculino y controlador a una fuerza divina
que celebra la vida, la naturaleza y la individualidad, este cambio espiritual es
paralelo a su crecimiento emocional y social, que culmina en su decisión de dejar
a Albert y construir una vida independiente.
Nettie, a través de sus cartas, ofrece una perspectiva global de la opresión al
narrar las dinámicas coloniales en África, su trabajo con los Olinka (contextualizar)
revela cómo las mujeres también enfrentan subordinación en otros contextos
culturales, mostrando que las luchas de género y raza trascienden las fronteras
nacionales, en la sociedad de la novela, el patriarcado actúa como un sistema que
refuerza la subordinación de las mujeres tanto en el ámbito privado como en el
público.
Esta opresión comienza para Celie en su propia familia, donde su padrastro la
abusa sexualmente y la fuerza a tener hijos que luego son dados en adopción,
posteriormente, el matrimonio con Albert, un hombre violento y controlador,
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continúa esta dinámica, ya que Celie es tratada como una sirvienta y objeto sexual
sin voz ni agencia.
Sofia, en contraste, lucha activamente contra las normas patriarcales,
enfrentándose a Harpo cuando intenta controlarla, aunque su resistencia la
convierte en un personaje fuerte e independiente, también la expone a las
consecuencias de desafiar las normas sociales tanto dentro de su comunidad como
en la sociedad racista y patriarcal en general.
La pobreza atraviesa la vida de los personajes como una barrera persistente, en
un contexto donde la economía está diseñada para excluir a los afroamericanos de
la movilidad social, los personajes luchan por sobrevivir en un sistema que los
margina. Celie, por ejemplo, está atrapada en un ciclo de pobreza que refuerza
su dependencia de los hombres en su vida, su falta de acceso a la educación y los
recursos económicos limita sus posibilidades de emancipación durante gran parte
de la novela.
Sin embargo, el emprendimiento de Celie, quien comienza a fabricar pantalones
como medio de subsistencia, muestra cómo las mujeres pueden encontrar formas
creativas de superar las barreras impuestas por su entorno, este desarrollo no solo
le da independencia económica, sino que también le permite reconstruir su
autoestima y redefinir su lugar en el mundo.
La religión juega un papel complejo en la obra, funcionando tanto como una forma
de control social como un medio para la liberación personal. En el contexto de la
sociedad afroamericana, la iglesia y sus enseñanzas suelen reforzar el patriarcado
al promover una visión de Dios como una figura masculina autoritaria. Al principio,
Celie internaliza esta imagen de Dios, escribiéndole cartas en busca de consuelo y
guía, pero sin cuestionar su propia subordinación.
A medida que avanza la historia, Shug Avery introduce a Celie a una concepción
más amplia de la espiritualidad, basada en la conexión con la naturaleza, el amor
y la belleza del mundo, esta transformación espiritual le permite a Celie desafiar
las estructuras religiosas opresivas y encontrar un sentido de divinidad en su propia
existencia, un contexto clave que se desarrolla a través de las cartas de Nettie es
el colonialismo en África.
Nettie, que trabaja como misionera entre los Olinka, describe cómo la llegada de
los europeos altera profundamente la vida de esta comunidad, los colonos
despojan a los Olinka de sus tierras para construir carreteras, y las tradiciones
culturales son erosionadas por las imposiciones de la religión y la economía
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occidentales, este contexto colonial se vincula directamente con la experiencia
afroamericana en Estados Unidos, destacando la diáspora africana como una
historia común de despojo y resistencia.
Otro contexto social crucial es el control de la sexualidad, especialmente de las
mujeres. Cellie crece en un entorno donde su cuerpo es explotado y donde su
propia sexualidad está reprimida y a través de Shug Avery, Cellie comienzan a
explorar su sexualidad y a entenderla como una fuente de poder y placer, en lugar
de un medio para la explotación, esta relación desafía las normas
heteronormativas y patriarcales de la época, mostrando cómo el amor y el deseo
pueden ser fuerzas liberadoras.
El formato de El Color Púrpura puede parecer sencillo a simple vista, pero carga
con una gran complejidad y profundidad al abordar ciertas temáticas. Esta serie
de cartas variadas que, en principio, únicamente sirven para revelar la opresión
que sufre la protagonista desde su infancia por parte de quien cree su padre, se
extiende hacia las etapas posteriores de su vida a manos de su esposo Albert,
aferrada a la figura de Dios y su voluntad, buscando de forma desesperada que
estos sistemas de opresión no se repliquen en su hermana menor, incluso por
encima de su dignidad y autoestima que ya para este punto son casi
imperceptibles.
Celie narra el impacto que tienen estos actos de opresión y criminalidad en su
vida, concibiéndose a sí misma como poca cosa, demasiado fea, demasiado tonta,
una mujer que solo sirve para la obediencia, los hijos y el hogar, pero que vive
profundamente vacía por los constantes amedrentamientos que la sociedad la ha
obligado a aguantar. Es cruelmente manipulada primero por su padre y después
por su esposo, ambos usando el abuso sexual y la intimidación como herramienta
de opresión. Como consecuencia de ello, Celie desarrolló una baja autoestima y
un profundo rechazo hacia sí misma. Para sobrellevar la situación, se volvió fría y
reprimió sus emociones, adoptando una actitud pasiva con los demás, incluso con
los niños que ella se prometió tratar bien a pesar de no sentir nada por ellos.
Es más adelante, con el pasar de estas cartas y cartas dolorosas, que se permite
reflexionar gracias a la influencia otras mujeres como Shug Avery y su hermana
Nettie. Deja atrás su autoestima débil y atraviesa una transformación satisfactoria
para una mujer que vivió tan acostumbrada a la opresión, considerándose ya no
débil, tonta o inútil, sino una mujer capaz, una mujer poderosa que puede tomar
oportunidades en su vida y hacerlas suyas. Lo que le permite reconocer y abrazar
esta identidad tan propia de ella. La identidad, esa a quienes muchos concebimos
como lo que nos distingue en el contexto de diversidad.
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Las conductas posteriores de Celie son relevantes pues, incluso en su manera de
establecer la imagen de Dios, claramente diferenciada de la manera en la que su
papá la hizo verlo, como un hombre con poder y solo eso, que apoyaba las
opresiones que ella sufría. El cambio de como ella percibe la imagen de Dios se
nota en el tono de sus cartas que usa al dirigirse a él, más en específico la última
carta donde se entiende que menciona a Dios no por costumbre sino por un acto
de amor y agradecimiento:
“Querido Dios. Queridas estrellas, queridos árboles, querido cielo, querida gente.
Querido Todo. Querido Dios: Gracias por traerme a casa a mi hermana Nettie y a
nuestros hijos.”
Por otro lado, las cartas que Nettie le envía a su hermana también conforman parte
del establecimiento de su identidad y resurgimiento de su autoestima, pues ella
sufre cambios después de leerlas todas. Estas cartas tienen una carga emocional
significativa para ambas hermanas, pues establece las actividades de Nettie como
misionera en África y la lucha interna de Celie en Estados Unidos, ambas luchas
valiosas de dos mujeres afroamericanas que buscan su reivindicación.
A pesar de que la obra se encarga de vislumbrar el racismo de la época no solo se
concentra en ello, cuando hablamos de diversidad se toma en cuenta todo aspecto
propio de la identidad cultural de una persona. Entendiendo esta concepción,
podemos notar la fuerte descripción de los hombres pertenecientes a una misma
comunidad, que desatan sus frustraciones con las suyas y replican la misma figura
de poder blanca a la que se rigen además de comportamientos patriarcales que
amenazan con el ambiente que promulga la diversidad cultural.
Walker no romantiza a estos hombres, de hecho, ni siquiera muestra una faceta
positiva de ellos porque fallan tanto como figura de padre que como de esposo,
viéndose orillados a replicar comportamientos para mantener el control de quienes
considera por debajo suyo en la pirámide familiar, como pasó con Harpo al querer
dominar a su esposa por su carácter fuerte y decidido. Si bien el hombre también
es reprimido por las estructuras sociales de la época, no es ajeno a tomar un rol
de opresor en contra de las mujeres de su familia.
A modo de contextualización, se nota el interés por representar de forma fiel
cualidades de las mujeres de principios del siglo XX, fuertemente influenciadas por
los acontecimientos sociales y políticos de la época. Y es que, Walker usa la
literatura como una especie de activismo que busca la reconciliación con sus raíces
y tradiciones y que además sirve para concienciar sobre la opresión política, social
y psicológica sufrida hacia las comunidades afrodescendientes.
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Esto concentra principalmente a las mujeres negras de entre los años 40s hasta los
60, en las primeras etapas del siglo XX era común someterse a la dominancia que
ejercían sobre ellas, ya fueran personas propias de su comunidad o ajenas a ella,
siendo víctimas de un proceso de violencia no solo física sino también psicológica.
Un ejemplo de esto dentro de la obra es la propia protagonista, Celie, quien se nos
presenta violentada desde las etapas tempranas de su vida, siendo tratada como
un objeto que no tiene voz ni voto para decidir.
Por otra parte, ya en las últimas etapas abarcadas por Walker, precisamente
culminando los años 60, se toman en cuenta características reflejadas en la lucha
de la década por la liberación. Mujeres que son conscientes de su sufrimiento y
que quieren decidir hacer algo al respecto, mujeres que quieren conectar con sus
raíces y tradiciones enriqueciendo su identidad. Verbigracia presente en la obra es
Sofía, quien se muestra firme y no doblega su carácter al enfrentar a los hombres
de su comunidad o personas externas, lo que coincide con las posturas de las
mujeres de los años 60.
Incluso cuando las situaciones adversas la alcanzan, véase en el tratamiento
injusto hacia la mujer por el simple hecho de negarse a ser servidumbre de la Sra
Millie, lo que deriva en un encarcelamiento sin sentido y años de cárcel en el que
es sometida a abusos y maltratos constantes que, aunque aparentemente la
quiebran en el exterior, no consigue doblegar del todo su carácter indomable. Y
esto se ejemplifica con sus deseos férreos de vengarse que son expresados en el
siguiente fragmento:
“La buena conducta no es lo bastante buena para ellos. Como no te arrastres sobre
el vientre lamiéndoles las botas, ni se fijan en ti. Sueño con matar, dice. Dormida
y despierta, sueño con matar.”
Estas posturas no se pueden definir como correctas o equívocas, pues son solo el
resultado de una serie de opresiones sistemáticas que se generaron y que afectaron
a las mujeres de las comunidades negras no solo en la obra sino en la realidad de
Estados Unidos del siglo XX.
CONCLUSIONES
La realidad de las comunidades negras es compleja y difícil de abordar, pero por,
sobre todo, más cruda de lo que por noción creeríamos. Por tanto, es
imprescindible el fomentar la diversidad de identidades en una misma comunidad,
cada uno con sus creencias religiosas, ideologías políticas y costumbres. Sin
embargo, no se puede avalar de forma positiva los sistemas de opresión como parte
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de la identidad de las comunidades. Walker explora en estas experiencias
justamente para cuestionar la vulneración no solo por la raza sino por su género,
dos características que encajan con la percepción de identidad.
No significa que únicamente se dispongan de desafíos por mucho que así lo
parezca, hay oportunidades que se presentan para las mujeres de la obra y que
sirven para la construcción de la identidad y la reivindicación de su historia y
costumbres.
Las relaciones de estas mujeres con sus propias comunidades deben entenderse
dentro del marco social y cultural, aún marcado por el racismo y los estereotipos
de género, al poseer la experiencia de ser tanto mujeres negras como activistas,
sienten la responsabilidad de visibilizar aspectos de sus vidas que han sido
ignorados o distorsionados por los medios populistas.
Para Walker, la historia ocupa un lugar central, siendo un elemento clave en sus
obras, permitiéndole recrear situaciones derivadas de eventos significativos que
han marcado profundamente a las familias negras. Esta narrativa, aunque ficticia,
ofrece a los lectores una comprensión s profunda de cómo otras comunidades
han intentado deshumanizar a la población negra, dejándolos como objetos cuyo
valor radica en el trabajo que pueden realizar para la gente con poder, un proceso
que comenzó desde los tiempos de la esclavitud y que tiene secuelas evidentes
años más adelante.
Las consecuencias de la desigualdad, el racismo, la discriminación y la violencia,
tanto física como psicológica, han dejado secuelas devastadoras, incluyendo la
pérdida de autoestima en muchas personas afroamericanas como se nos
ejemplifica con Celie y su falta de autoestima al principio de la obra. El desarrollo
de la identidad personal, que comienza en la infancia y la adolescencia, se ve
profundamente afectado cuando, además de las fuerzas opresivas, falta un apoyo
emocional adecuado.
A modo de conclusión, El color púrpura de Alice Walker se erige como una obra
literaria emblemática que trasciende el ámbito de la narrativa para convertirse en
un medio de denuncia, reflexión y reivindicación cultural. A través de las vivencias
de personajes como Celie, Nettie, Sofia; Walker aborda las múltiples formas de
opresión que atraviesan a las comunidades afroamericanas, desde el racismo
estructural hasta el patriarcado intracomunitario, evidenciando cómo estos
sistemas de dominación interceptan para perpetuar desigualdades en un espacio
que debería promulgar la diversidad y seguridad de sus integrantes.
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Esta obra no solo describe las heridas producidas por los sistemas de opresión, sino
que también celebra la resistencia y la capacidad de transformación personal y
colectiva al tomar las oportunidades y hacerlas nuestras. Desde la perspectiva de
género, Walker revela cómo las mujeres afrodescendientes enfrentan desafíos
únicos, no solo a manos de un sistema racista, sino también dentro de sus propias
comunidades, donde los hombres replican las dinámicas de poder dominantes de
los blancos.
A través de las cartas de Celie, se nos permite explorar tanto en la opresión local
como en el contexto global de la comunidad africana, resaltando las conexiones
entre la esclavitud, el colonialismo y las luchas por la identidad y la justicia social.
Asimismo, la obra expone cómo las tradiciones culturales, la espiritualidad, el arte
y la resistencia colectiva permiten a las comunidades negras transformar sus
circunstancias y reconectarse con sus raíces. Finalmente, El color púrpura no solo
examina las complejidades de la diversidad cultural en un contexto históricamente
opresivo, sino que también ofrece una visión esperanzadora sobre la posibilidad de
redención, reconciliación y autoafirmación, subrayando que, incluso en los
escenarios más adversos, las personas tienen el poder de redefinir su destino y
construir un futuro inclusivo, equitativo y humano
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