1. Introducción
A menudo, el significado de patrimonio se relaciona
directamente a los bienes que cuentan con una significativa
vetustez, o en el caso del ámbito de la arquitectura si fueron
erigidos con métodos constructivos atemporales en relación
con nuestra época (Rivera Govea, 2021). Esta manera y
entender nuestra herencia cultural provoca que muchas
edificaciones no sean “aptas” para su preservación,
conservación y puesta en valor, o visto de una manera más
amplia, esta condición induce a que muchos bienes sean
opacados transcendiendo en el olvido sin entender sus
valores, aportes, significado, y, por ende, su específica
relación con actividades de la sociedad de un determinado
territorio.
A partir de este momento podemos mencionar a las
edificaciones creadas desde los inicios del siglo XX,
resultantes de lo que supuso la revolución industrial, el uso
de la máquina, y la aplicación de materiales como el hierro,
vidrio y hormigón, lo que significó, en su momento, un
cambio en el paradigma de cómo proyectar y construir
inmuebles. Esta arquitectura que surge en Europa busca
adaptarse a la época aplicando nuevos conceptos, en cuanto
forma, función y contexto, con la firme convicción de
alejarse los órdenes clásicos. En este punto destaca un hecho
importante, en 1926 Le Corbusier, formularía una serie de
conceptos técnicos que de manera simplificada los denominó
“cinco puntos para una nueva arquitectura” (Pilotis, planta
libre, fachada libre, ventana longitudinal y terraza jardín).
Esta corriente se expande al continente americano, en una
etapa marcada de grandes migraciones a nivel mundial
producto de la Segunda Guerra Mundial, es decir, a partir de
los 1930 y 1940 los profesionales que arribaron al nuevo
continente difunden los conocimientos e influencias del
denominado Movimiento Moderno. Esta vanguardia generó
también la creación de nuevas tipologías arquitectónicas de
acuerdo con los usos demandados, como equipamientos
públicos e institucionales, viviendas multifamiliares, entre
otros que no se habían planteado con anterioridad. Sin
embargo, en la región latinoamericana el Movimiento
Moderno no caló de forma homogénea, más bien se va
adaptando a las circunstancias de índole económico, político
y cultural de las ciudades hispanoamericanas, entre ellas, la
no apropiación cultural, originando que las sociedades
tiendan a importar automáticamente ajenos estilos a la
realidad latente (Fernández et al., 2019).
A nivel internacional esta nueva vanguardia estilística y
técnica implantada en diferentes contextos del planeta ha
sido motivo de estudio y documentación, ya sea por sus
singulares características, atributos teóricos, técnicos, o por
ser parte de las obras de diversos autores que se enmarcaron
como hitos un periodo complejo de grandes
transformaciones en la forma de vivir de las urbes y como
parte de una sustancial etapa en la historia de la arquitectura
que no se puede dejar de conservar y reconocer como un fiel
reflejo de la evolución universal.
Ecuador cuenta con un variado repertorio de edificios de
Arquitectura Moderna situados, en las ciudades más
influyentes a nivel social, económico y político, pero que son
poco conocidos y valorados a nivel local e internacional. Las
acciones por poner en valor esta arquitectura se han visto
reflejadas en gestiones realizadas entre instituciones,
gubernamentales y no gubernamentales sumados a esfuerzos
de universidades e investigadores, que han desarrollado
estudios de las obras del movimiento moderno,
principalmente, en ciudades como Quito, Guayaquil y
Cuenca, sin aun poder abarcar otros territorios o urbes del
país que también cuentan con esta riqueza arquitectónica.
1.1 Los inicios del Movimiento Moderno en Ecuador
El país ubicado en la mitad del mundo tiene características
singulares en cuanto a la integración de la arquitectura del
Movimiento Moderno. Esta particularidad se explica en
parte porque, en comparación con otros países de la región,
su producción arquitectónica comenzó de manera tardía y
gradual (Compte, 2017). Este retraso puede atribuirse al peso
dejado por la herencia de la arquitectura colonial,
especialmente evidente en ciudades como Quito y otras de la
sierra central ecuatoriana. El mismo autor señala que en 1929
se estableció en Guayaquil la primera Escuela de
Arquitectura, fundada por Francesco Maccaferri (Compte,
2010). Es decir, durante la década de 1930 al igual que otras
ciudades de países como Argentina, Brasil, Chile, Uruguay
o México, la capital de la provincia del Guayas vería un
surgimiento de la arquitectura moderna de forma más
acelerada a diferencia de otras ciudades del Ecuador. El
inicio y desarrollo de la Segunda Guerra Mundial
propiciaron grandes migraciones de arquitectos y artistas
europeos al país, quienes introdujeron conceptos,
conocimientos y enfoques de la arquitectura desarrollados en
Europa y Estados Unidos (Sempertegui, 2010). Entre ellos
se destacan figuras como Karl Kohn, Otto Glass, Francesco
Maccaferri, Giovanni Rota y Oscar Etwanick, quienes
introdujeron los primeros códigos modernos a Ecuador a
finales de la década de 1930 (Luzuriaga, 2020).
De acuerdo con la literatura en la que se hace referencia a la
arquitectura moderna de Ecuador, podríamos establecer
cuatro momentos claves que propiciaron las condiciones
para su desarrollo. El primero de ellos se da en 1939 por el
arribo del arquitecto de origen checo Karl Kohn, considerado
uno de los pioneros de la arquitectura moderna ecuatoriana.
El segundo corresponde a la inauguración en el año de 1939
del edificio del Palacio del Comercio, considerado una de las
primeras construcciones que uso la combinación de acero y
hormigón.